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Paciencia oriental

Raimundo Fitero

China está cada vez más cerca. Japón es un conjunto de islas que han logrado convertirse en una potencia económica global. «Informe Semanal» le dedicó uno de sus reportajes y nos quedamos con el escozor que produce la incomprensión. Sus maneras y formas de vivir. Su relación con la tierra, el asfalto, el cemento, el dinero y el amor. Y de fondo la televisión. No todo es «Humor amarillo». Las grandes capitales japonesas son un compendio de modernidad y tradición. Me ha quedado la frase de catálogo turístico, pero ¿qué otra cosa era el reportaje que menciono? ¿Un anuncio para inversionistas? ¿Una coartada para los aficionados cortadores de libertades sindicales? Me fascina Japón, pero como consumidor de sus productos electrónicos. Cuando los veo por los aeropuertos, las calles, los museos o las plazas mayores me parecen unos seres organizados y con gafas que buscan un conocimiento fascicular del resto del mundo. Y me parecen seres dotados de una paciencia inquieta. La paciencia oriental.

En el mismo programa de la primera estatal nos reemitieron a una de las lacras sociales que provoca el capitalismo salvaje, en esta ocasión a través de esa barbaridad conceptual que son los registros de las fórmulas de los productos farmacéuticos. Y es en India donde su gobierno se está enfrentando a una de las grandes, Novartis, porque quieren impedir que el país asiático produzca medicamentos a bajo coste para, por ejemplo, combatir el sida. ¿Se puede permitir esta salvajada? ¿Los dirigentes de estas compañías, sus abogados, no están cometiendo delitos de lesa humanidad? ¿Cómo se pueden tener remedios para grandes enfermedades secuestrados por el simple ánimo de lucro? Es una vergüenza que produce tantas muertes como algunas guerras y que deberían ser combatidos internacionalmente. De momento es la paciencia oriental, esa paciencia inquieta, pertinaz y en acción la que está consiguiendo hacer algo positivo y que puede abrir brechas en el monopolio de las multinacionales. Esa es la batalla grande. Acabar con las leyes injustas de comercio y patentes. Un invento letal para la inmensa mayoría de los habitantes del planeta en beneficio de unos pocos, poquísimos.

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