Es tal el frenesí que a algunos les produce que la izquierda abertzale se presente ante la opinión pública sin pasar por el filtro de su manipulación, que no aciertan ni siquiera a disimular.

En «El Correo Español» y «El Diario Vasco» editorializaban ayer sobre la entrevista de Arnaldo Otegi en «La Vanguardia», y exhibían sin pudor su nerviosismo al lamentar que Otegi pueda generar expectativas positivas, «unas expectativas que Otegi se encarga de alentar con un lenguaje y unas maneras que edulcoran el estilo más brusco de sus correligionarios». Ya han sentido el pinchazo de la primera banderilla.

Y tienen que reconocer verdades como puños, por lacerantes que les resulten: «La afirmación de que `el Estado español no tiene que pagar un precio político a ETA ni a nosotros' no representa, en realidad, ninguna mención novedosa, porque ni la organización terrorista ni la izquierda abertzale han dicho nunca lo contrario. A esa frase de Otegi le falta la otra mitad, la que se ha perpetuado en el discurso radical al sostener que es con el pueblo vasco con el que `el Estado español' tiene una deuda contraída». Pues claro.

Y les parecía dramático que alguien escuche a Otegi: «Rodríguez Zapatero incurrió en el desliz de hacer públicas consideraciones más propias de un comentarista político que del jefe del Ejecutivo. Bastaba con que advirtiera sobre la inexcusable necesidad de que la izquierda abertzale rompa con el terrorismo. Al afirmar, junto a ello, que aprecia `elementos nuevos respecto a pronunciamientos anteriores' de la formación ilegal, olvida la capacidad que ha acreditado la trama terrorista para extraer aliento del optimismo expresado por el propio presi- dente. Sus palabras en León dan oportunidad a que reaparezcan las especulaciones que apuntan a la existencia de un juego de señales entre él y Otegi. Si eso fuera así, el Gobierno estaría actuando de manera sumamente arriesgada. Porque el mismo Otegi, que insistía en que Gobierno y ETA deben hablar, acudió al día siguiente de conceder la entrevista a la convocatoria de una manifestación prohibida y terminó tildando de `masacre' la obligada actuación de la Ertzaintza ante una movilización prohibida por un juez». Lo de «obligada actuación» no tiene desperdicio, ¿verdad?