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Raimundo Fitero

Distracción

Han vuelto los policías de la criminalística entre casino de Las Vegas. Iba a decir los genuinos: «C.S.I. Las Vegas», porque después llegaron las franquicias y se poblaron de forenses, análisis biométricos y demás lenguajes científico policíacos que nos han ido convirtiendo los lunes en un cursillo acelerado de anatomía criminal. En las nuevas entregas hay un avance en recursos narrativos a base de utilizar técnicas audiovisuales y digitales de última generación, han arreglado un poco el propio escenario de la comisaría o laboratorio donde acostumbran a trabajar reposadamente y los casos tratados se duplican o triplican casi siempre encadenándolos, asunto que le da una mayor cohesión narrativa y un interés no fragmentario.

El equipo actoral básico sigue con sus roles, los guiones tienen la misma solvencia, los diálogos y reflexiones de los protagonistas vuelven a cargarse de connotaciones filosóficas y cultistas, mientras la acción es siempre en recuerdo. En esta serie nos gusta la prevalencia de un policía de a pie, un fuera de la tecnología, el que indaga a base de preguntas sin necesidad de polvos mágicos ni ADN, que sigue siendo un recurso clásico pero que ha perdido el efecto sorpresa. Tele 5 blindó la noche del lunes con dos capítulos nuevos, más uno en reposición y otro de Nueva York. Y le fue perfectamente.

Anabel Alonso en Antena 3 se coloca al frente de un concurso absolutamente fuera de norma. «Distracción fatal» se llama y no paré mucho en él, y los minutos en los que estuve quedé asombrado por la burrada que era. Unos jóvenes musculosos, contestando una serie de preguntas bastante anodinas, y cuando contestaban otros jóvenes musculazos luciendo pectorales, abrillantados les rompían en la cabeza a los concursantes unas botellas de esas de guardarropía, pero muchas veces, parecía que de verdad les dolían algunos golpes. Pero cuando se acababan las botellas, les rompían en la cabeza una mesa. Y en una de esas uno de los concursantes sintió dolor y estuvo a punto de revolverse y darle al que le había agradecido. Increíble. Un paso más en la idiotez televisiva y televisada.

 

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