Diez ventanas abiertas al recuerdo de la Guerra del 36
El historiador navarro Josu Chueca ha comisariado «10 atalayas para una guerra", una exposición que rememora lo acontecido entre julio de 1936 y junio de 1937 en suelo vasco. La muestra, organizada por el Museo del Nacionalismo Vasco de la Fundación Sabino Arana, contiene objetos y documentos inéditos, además de abundante material gráfico.
Izaskun LABEAGA | BILBO
La obra ``Gudari burua'', del escultor Néstor Basterretxea, es la primera pieza del recorrido que propone Josu Chueca a través de ``10 atalayas para una guerra», instalada desde ayer en el Archivo Foral de Bizkaia -María Díaz de Haro, 11-. Se trata de una pieza de grandes dimensiones que fue creada por el artista en 1985 y que ha sido cedida para esta exposición por Koldo Mitxelena Kulturunea.
El hilo conductor de la muestra lo constituyen el testimonio que dejaron periodistas y fotógrafos de la época, que son homenajeados por su importante legado, que aún hoy sirve para mantener viva esa memoria.
Junto a todo este material, se exhiben objetos y documentos cedidos por instituciones y particulares, algunos de ellos inéditos. Se ha incorporado el juramento como lehendakari de José Antonio Aguirre; también, dos libros de actas de la Diputación de Gipuzkoa expoliados en su día y que contienen listados de personas evacuadas. Llevan un sello que «delata» su paso por el Archivo de Salamanca. Fueron devueltos y hoy se conservan en el Archivo General de Gipuzkoa. Se pueden admirar, asimismo, piezas procedentes de las prisiones.
En la presentación de la exposición ayer en Bilbo, Josu Chueca comentó que, si bien es cierto que la Guerra del 36 ha sido uno de los conflictos contemporáneos que más literatura ha generado, «incluso por encima de la IIª Guerra Mundial, los cuarenta años de dictadura condicionaron la divulgación de lo que ocurrió entre 1936 y 1939». Por ello apoya abiertamente todas aquellas iniciativas tendentes a investigar, estudiar y a sacar del ámbito académico lo que ocurrió durante la guerra.
La exposición que ha comisariado para la Fundación Sabino Arana trata de ofrecer diez puntos de vista sobre lo acontecido en suelo vasco entre el 18 de julio de 1936 y 19 de junio de 1937. «La conspiración antirrepublicana tuvo su correlato en Euskaal Herria, produciendo análogas fracturas sociales y políticas que en el resto del Estado. No obstante, también las especificidades marcan a la Guerra Civil en tierra vasca», remarca.
Diez ventanas a la contienda
La muestra está organizada en torno a diez «atalayas» o vitrinas que analizan otros tantos aspectos relacionados con aquella contienda. La primera de estas ventanas enfrenta a los alzados, representados por un camión de guardias civiles, y a los republicanos, levantando barricadas en Donostia. También están expuestas las portadas de los distintos diarios de la época, con posiciones dispares.
La segunda «parada» de este viaje por las «10 atalayas para una guerra» hace referencia al Estatuto de Autonomía, la elección como lehendakari de José Antonio Aguirre y la formación del Gobierno de Euzkadi. Además del traje que vistió Aguirre en el acto de Gernika, se pueden contemplar elementos de archivo o la portada del diario ``Euzkadi'', entre otros.
Para la tercera vitrina se han seleccionado diversos elementos relacionados con la defensa del bando republicano. Y es que una de las principales tareas de aquel primer Gobierno vasco fue «el de organizar un Ejército y las líneas de defensa», recordó Josu Chueca. La fotografía principal es la de un bunker perteneciente al Cinturón de Hierro. La imagen fue tomada por Indalecio Ojanguren.
La exposición refleja el desequilibrio entre los medios que utilizaron los bandos enfrentados y que resultó decisivo «para que el lado nacional venciera en Euskadi», señaló el comisario de la exposición, en referencia a la importancia de los ataques de la aviación. Chueca recordó que el 22 de julio de 1936 ya bombardearon Otxandio y luego vinieron los de Bilbo, Durango, Gernika. Para ilustrar éstos se ha ampliado una imagen inédita del bombardeo de Gernika, que muestra los edificios de la villa totalmente destruidos. Se trata de una fotografía tomada desde el cielo por elementos de la aviación franquista. Además, se exponen fundas de la munición que se echó sobre la localidad y otros objetos pequeños, como una llave, lo único que una familia consiguió recuperar de su casa, tras ser bombardeada Durango. Se han incluido las contraportadas de los diarios ``Eguna'' y ``Euzkadi'', haciéndose eco de la destrucción de Gernika.
Otro hito se refiere a la salida de la población civil a partir sobre todo de mayo de 1937. Queda plasmado el sobrecogedor testimonio de los barcos que transportaron a estas personas a Francia, Gran Bretaña, Bélgica o Rusia. Preside esta zona de la muestra una gran fotografía tomada en Hendaia, donde se puede ver a algunas personas que abandonan su país rumbo al exilio, mientras se observa al fondo el humo de un Irun que arde bajo las llamas.
Capellanes en los batallones
Hay también un lugar para la fractura que se dio en el seno de la iglesia vasca, un hecho «peculiar», en palabras de Josu Chueca, que no se dio en el Estado español. «Hubo sectores de la iglesia vasca que mantuvieron su compromiso con la democracia y la legalidad atacadas -explicó-, llegando a ejercer su ministerio en todos los lugares requeridos, incluidos los recién formados Batallones del Ejército de Euzkadi». Se muestra la imagen de un grupo de capellanes en la prisión de Zamora, dando cuenta de ello.
La presencia del mundo de las cárceles va más allá y ocupa vitrina propia. La exposición aporta distintas piezas procedentes de las prisiones, incluida una revista que se confeccionaba en el interior de los muros como «un elemento de supervivencia política».
Aunque condicionada por la amenaza bélica, «la vida siguió lejos de los frentes y de las trincheras». El historiador ha tomado como ejemplo la existencia de la selección de Euzkadi, que saldría a diferentes puntos de Europa y América, «difundiendo que aquí había un país, un pueblo que quería seguir viviendo». Por otro lado, se han reproducido las portadas de los periódicos con referencias a la situación de penuria.
El noveno punto se refiere a los sectores vencedores y al expolio documental y patrimonial que se llevó a cabo.
La visita por las dependencias del Archivo Foral llega a su fin con un apartado dedicado al arte y la cultura, con referencias a la pintura, las danzas, la música. Se cierra el recorrido con la partitura del ``Euzko Gudariak''.
«La conspiración antirrepublicana tuvo su correlato en Euskal Herria, produciendo análogas fracturas que en el resto del Estado. Pero también las especificidades marcan la guerra en tierra vasca»
La obra «Gudari burua», de Néstor Basterretxea, es la primera pieza del recorrido que propone Josu Chueca a través de «10 atalayas para una guerra», instalada desde ayer en las salas del Archivo Foral de Bizkaia.
La exposición ``10 atalayas para una guerra'' ha querido rendir un homenaje a los periodistas y fotógrafos «que con su trabajo han trasladado hasta nuestros días lo que aquella guerra supuso». De hecho, las páginas de los diarios de la época y las imágenes son el soporte fundamental de la muestra, que permanecerá abierta al público hasta el 31 de marzo próximo.
José Lekaroz, Jesús Garritz, Cruz Salido, Francisco Turrillas, José Olivares, Jesús Insausti, Agustín Zubikarai, George L. Steer, Noel Monks, Mathieu Corman, David Seymour, Indalecio Ojanguren, Valentín Beradre y Vicente Garay son recordados junto a «tantos otros periodistas y fotógrafos anónimos, que dejaron un testimonio, aún hoy en día digno de recobrar para que la memoria y el recuerdo los dignifique y reconozca».
Josu Chueca, comisario de la exposición, llamó la atención ayer sobre el hecho de que la Guerra del 36 no fue la primera en que se tomaron imágenes pero sí «con técnicas ya más modernas». Además, hizo hincapié en la riqueza de medios de comunicación que existió durante la contienda y que acabó con el franquismo.
Izaskun LABEAGA