La situación en Afganistán se complica por momentos para EEUU y sus aliados de la OTAN. Si el año pasado se cerró con señales bastante claras sobre la recuperación militar de la guerrilla talibán, 2007 se anuncia como un ejercicio especialmente complicad0 para los planes de las potencias militares occidentales. El vicepresidente de EEUU, Dick Cheney, tuvo ayer la oportunidad de comprobar in situ que las fuerzas que ocuparan el Gobierno de Kabul han recuperado el control sobre buena parte del país. El atentado suicida llevado a cabo en Bagram coincidiendo con la visita del «número dos» de la Casa Blanca pone en evidencia que la guerrilla no sólo dispone de armas sino que también cuenta con altos niveles de penetración. La progresiva descomposición de la Administración del presidente Karzai, que como se ve ya no alcanza ni a imponer su ley en Kabul, permite a las milicias ganar nuevas áreas de influencia. Eso es evidente, como también se da por hecho que las fuerzas atlantistas lanzarán, en la ya cercana primavera, nuevas y cruentas operaciones para recomponer un sistema de ocupación que no ha logrado devolver a la ciudadanía afgana la paz y menos aún los derechos y libertades usurpados por el régimen talibán. Pero eso es lo de menos en una invasión motivada por intereses económicos y geoestratégicos.