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Maite SOROA

Sigue la lección de química

 

Se van a cumplir ahora tres años de los atentados del 11-M y hay quien anda todavía a vueltas con un candil a la búsqueda de un dato, uno solo, que le permita sostener la versión que implica a ETA en aquellos hechos. Se han pasado tres años manipulando, uno tras otro, los hechos y ahora se encuentran abocados al ridículo más espantoso. Lo decía así ayer el editorialista de «Noticias de Gipuzkoa»: «Tres años lleva el periódico `El Mundo' elevando al ridículo las interminables e ininteligibles investigaciones para mantener viva la llama de esa perversa teoría de la conspiración» y en consecuencia sentenciaban que «deben exigirse responsabilidades políticas a quienes han mentido sabiendo que mentían».

También en «El Correo Español» le zurraban la badana a esa parte de la derechona encastillada en la trola. Contaba el editorialista que «las pruebas efectuadas y las declaraciones de los encausados están demostrando la falacia de quienes, durante tres años, proyectaron las dudas insidiosas sobre la competencia de las in- vestigaciones con el fin de alimentar teorías conspirativas (...) los expertos han cuantificado en proporciones mínimas los restos de Dinitrotolueno atribuyéndolo a un proceso de contaminación del explosivo original, lo que deja sin cobertura probatoria los intentos de vincular las bombas con la dinamita Tytadine a la que ha recurrido ETA con mayor asiduidad en los últimos años».

Y en «El País» se aprestaban a pasarle factura a su competidor: «la presencia de un elemento ajeno a la composición de este tipo de explosivo, en una proporción insignificante que no supera el 0,0132 % ha servido para alimentar el culebrón sensacionalista que se ha venido tejiendo en torno al caso y que se pretende presentar como sumario alternativo al judicial». Y es que a Pedro J. le pirra lo de ser Sherlock Holmes, el juez Falcone y el periodista que descubrió el caso Watergate. Pero todo a la vez.

Y, ¿qué decía Don Erre que Erre? Pues en su editorial, «El Mundo» insistía en la contaminación voluntaria de los explosivos y ofrecía su propia hipótesis: «sabedor de la presencia de DNT en los trenes por los análisis que llevó a cabo su unidad y cuyos resultados permanecen inéditos, el jefe de los Tedax, Sánchez Manzano, o al- guien de sus dependencias pudo ordenar que se añadieran pequeñas cantidades de esta sustancia para que todo cuadrara». Lo que deberían hacer Pedro J. y compañía es, digo yo, consumir menos sustancias.

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