las minas de arditurri se abrirán al púBlico
VIaje al corazón de plata y granito de Aiako Harria
El Ayuntamiento de Oiartzun acaba de adjudicar una serie de trabajos que permitirán abrir al público en otoño próximo parte de la mina San Joaquín o Mina Grande de Arditurri. Un viaje -bueno, una excursión- no sólo a las entrañas de Aiako Harria, la «tierra seca" más antigua de Euskal Herria, sino también a 2.000 años de minería.
El macizo de Aiako Harria, parque natural desde 1995, emergió de las aguas hace unos 300 millones de años. Fue la primera «tierra seca» de lo que hoy constituye el territorio de Euskal Herria. Sus características geológicas lo hacen rico en materiales que han suscitado el interés humano desde la antigüedad y, en consecuencia, ha sido objeto de una intensa actividad minera al menos desde la Edad del Hierro, aunque el punto álgido de la explotación tuvo lugar en época romana, entre los siglos I y II de nuestra era. El coto oiartzuarra de Arditurri es, sin duda, el máximo exponente de esa actividad. De él se ha extraído desde plata, básicamente en época romana, hasta fluorita, principal mineral con el que trabajó la Real Compañía Asturiana, última empresa que gestionó el coto, en los años inmediatamente anteriores a su cierre definitivo, que tuvo lugar en 1984.
Cuando los trabajadores de la Real Compañía salieron de las galerías de Arditurri para no regresar más, lo hicieron probablemente por el mismo lugar por el que ayer un nutrido grupo de periodistas penetró en la mina San Joaquín o Mina Grande para conocer in situ los planes que baraja el Ayuntamiento de Oiartzun, en colaboración con otras instituciones, para que «después del verano», el público pueda conocer el subsuelo de Aiako Harria y su pasado minero.
Poco antes de que la comitiva de espeléologos de ocasión, debidamente pertrechada con cascos y linternas, se pusiera en marcha, el alcalde, Martin Beramendi, explicó que el Ayuntamiento acaba de adjudicar, por una cantidad que se aproxima al millón de euros, los trabajos para hacer accesible al público una galería de unos 800 metros de longitud. Las distancias y el tiempo necesario para recorrerlas bajo tierra no son las mismas que las distancias y el tiempo necesario para recorrerlas en superficie, y la visita de ayer evidenció, entre otras cosas, que 800 metros de galería «cunden» mucho.
A decenas de metros bajo el río
Lo primero que llamará la atención del visitante será la amplitud de los espacios, a pesar de la lógica angostura de algunos pasos. En las minas de carbón de Asturias, por ejemplo, están obligados a entibar, es decir, a sujetar la galería con postes de madera y, más modernamente, de hierro para evitar que se venga abajo; en Arditurri, no. «Aquí, el material horadado es granito, por lo que la explotación se basa en respetar determinados pilares», indicó al respecto Txomin Ugalde, miembro del grupo arqueológico Félix Ugarte, que lleva años investigando el pasado romano de las minas de Aiako Harria en estrecha colaboración con el instituto arqueológico Arkeolan.
El recorrido conducirá al visitante hasta varias cámaras ocupadas por pequeños lagos. «Estamos a dieciséis metros bajo el río -hizo notar en este punto Mertxe Urteaga, directora del Museo Oiasso de Irun- y podemos estarlo gracias a una obra de ingeniería de época romana aún activa, un `socavón' que drena las aguas del entorno y las conduce cauce abajo. Esto les permitía explotar los filones de plata incluso por debajo del nivel freático sin necesidad de recurrir a bombeos, siempre más costosos». Alguien podía deducir que los mineros de época romana bajaban hasta esa profundidad, no más, pero Urteaga en seguida aclaró las cosas. «Incluso hasta cincuenta metros por debajo de donde ahora nos encontramos existen galerías, hoy inundadas, pero que en su momento se mantuvieron secas gracias a norias, tornillos de Arquímedes y bombas de achique». Precisamente hallar restos de alguno de estos artilugios sería todo un premio para los arqueólogos, que llevan años trabajando en este entorno.
Continúa el recorrido por una galería a cuya diestra se abren varios cargaderos de mineral. En el suelo aún son visibles las marcas de las traviesas de una antigua vía de tren. «El ferrocarril está íntimamente ligado a la actividad minera -advirtió Félix Losada, miembro de NM, una de las empresas que trabaja en el acondicionamiento de la mina y su entorno-. El mineral salía de la mina en vagonetas sobre raíles y, después, era cargado en el tren que comunicaba directamente Arditurri con el puerto de Pasaia. Funcionó hasta los años sesenta, en que quedó cortado por las obras de la autopista».
El «parketxe», también para otoño
En un recodo de una galería algo más angosta, Urteaga volvió a llamar la atención de los presentes sobre una bocamina colmatada. «Aquí se abría una galería romana; hemos realizado un sondeo y hemos encontrado restos de lucernas y otros útiles empleados en la explotación». Puso de manifiesto la diferencia de texturas entre las paredes de la bocamina y las del resto de la galería. «Esto -señaló la bocamina- es fruto de la técnica de la torrefacción, empleada en época romana, que consistía en aplicar fuego al mineral, lo que hacía que éste se agrietase y fuese más fácil extraerlo. El resto de la galería ha sido abierta por procedimientos propios de la minería moderna, básicamente, por medio de la dinamita».
La que Urteaga mostró ayer está lejos de ser la única galería de época romana existente en Arditurri. El grupo Félix Ugarte ha encontrado en los últimos años medio centenar, en total, unos 3 kilómetros. «Pero debe haber muchos más -subrayó Urteaga-. Tenemos informes del siglo XIX en los que se habla de hasta 15 kilómetros de galerías de época romana. Es verdad que la explotación moderna a lo largo del siglo XX ha podido acabar con muchas de ellas, pero también lo es que la explotación en época romana no se limitó a Arditurri, sino que abarcó todo el macizo, incluidos espacios que hoy forman parte de los términos municipales de Irun, Bera o Lesaka. Por tanto, es mucho todavía lo que queda por descubrir».
Terminada la visita, de nuevo junto a la entrada, los espeleólogos de ocasión tuvieron oportunidad de reparar en un pequeño edificio que albergó los laboratorios de la Real Compañía Asturiana. Sobre este edificio trabaja la empresa NM con el objetivo de acondicionarlo como «parketxe» o centro de interpretación de Aiako Harria. «Dedicaremos la planta baja a la, digamos, parte natural del parque, y la de arriba, a la minería, una actividad que ha dejado su impronta en este entorno, donde podemos ver desde paisajes `lunares', consecuencia de la acumulación de escombreras, hasta cargaderos, planos inclinados o restos de hornos de calcinación de mineral», adelantó Losada.
El acondicionamiento del centro de interpretación y de su entorno (una zona de pic-nic, juegos infantiles y una escultura de Imanol Marrodán, quien ganó el concurso convocado al efecto) se realizará en paralelo al de la mina, de modo que ambos deberían ser visitables «después del verano», en palabras del alcalde, Martín Beramendi, quien espera incrementar de este modo el atractivo turístico de Oiartzun y la comarca.
Martin ANSO
la cita de thalacker
«Seiscientos hombres trabajando durante doscientos años no hubiesen sido suficientes para horadar todas estas galerías» (Informe del ingeniero Juan Guillermo Thalacker, año 1803).
el emperador
Mertxe Urteaga hace notar que el «socavón», además de ser una notable obra de ingeniería, evidencia que Arditurri, íntimamente ligado a Oiasso, se explotaba por delegación directa del emperador.
una mina importante
Tras las minas de oro leonesas de Las Médulas, las de plata de Arditurri eran probablemente las más importantes de la Península, y la Península era una potencia minera del Imperio.
La visita a la Mina Grande de Arditurri será posible en buena medida porque el cuniculus o socavón construido en época romana, hace casi 2.000 años, sigue activo. Es una galería de 425 metros de longitud que filtra las aguas del entorno y, por gravedad, las devuelve al río curso abajo, lo que, en su día, permitió trabajar en seco bajo el nivel freático sin necesidad de recurrir a bombeos, siempre más costosos. El ingeniero alemán Juan Guillermo Thalacker, que visitó las minas de Arditurri a finales del siglo XVIII por encargo de la corona española, describió este socavón, pero sus informes habían sido considerados por historiadores modernos como fantasiosos. En 2004, sin embargo, tras siete años de investigación, la asociación Félix Ugarte y Arkeolan encontraron, aún en excelentes condiciones, esta notable obra de ingeniería romana.