FOro mundial por la soberanía alimentaria
Un foro diferente para luchar por la independencia de las naciones
El martes pasado finalizó el Foro Mundial por la Soberanía Alimentaria celebrado en Selingue, en Mali, donde más de 500 representantes llegados de casi un centenar de países han tratado de hallar respuestas a los problemas que afectan a los «productores de alimentos". Tras cinco días de encuentro, el foro ha puesto de relieve la necesidad de luchar contra el neoliberalismo, la OMC, las multinacionales, los trasgénicos... La alimentación es demasiado importante.
GARA | SELINGUE
«¿Hasta cuándo podemos seguir con esta destrucción social de la vida? ¿Hasta cuándo es posible aguantar la privatización de los recursos naturales, la globalización mercantilista de la vida? El hambre está aumentando: 856 millones de personas. Muchos son campesinos, no pobres urbanos. Esto es inaguantable. Y lo vamos a cambiar. Hay que construir una nueva visión, no campesina, sino societal, de ciudadano, para el cambio. La llave para los cambios en el futuro son los recursos naturales y la alimentación». Palabras que pronunciaba Paul Nicholson en Selingue en los primeros días de un foro calificado de «diferente», alejado del barullo de las ciudades, sin hoteles ni salones, sólo chozas pintadas de blanco, construidas a mano y con techo de palma, según la tradición local, y comiendo alimentos producidos y preparados por la comunidad de la aldea.
Tras cinco días de encuentro, los más de 500 representantes de cerca de un centenar de países dedicaron el documento final a Nyéléni, en homenaje a la campesina maliense que cultivó y alimentó a su gente y que también dio nombre al foro. Un documento final que ofrece respuestas a los tres puntos centrales que han dominado los debates: «¿En pos de qué luchamos? ¿En contra de qué luchamos? ¿Qué podemos hacer?».
Superar el hambre fue el primer mensaje lanzado en la aldea maliense, así como el rechazo absoluto al uso de la comida como nueva arma de colonialismo. Ibrahim Coubaly, representante de la Coordinación de Organizaciones Campesinas y de Productores Agrícolas de Africa Occidental (ROPPA, por sus siglas en francés), afirmó que «en el norte siembran subsidios, pero nosotros cosechamos deudas», declaración que ilustra la realidad de la agricultura en el mundo, y que convierte la lucha por la soberanía alimentaria en algo más que un bonito eslogan «de los que quieren que el trabajo de la tierra sea digno».
Coubaly añadía que Africa occidental, a pesar de sus importantes recursos naturales y de los conocimientos de millones de campesinos, se ha convertido en una región importadora de productos agrícolas.
El propio presidente de Mali, Amadou Toumani Touré, sentenciaba: «El hombre que tiene hambre no es un hombre libre».
En opinión del dirigente del Movimiento Sin Tierra (MST) brasileño Joao Pedro Stedile, la comida no debe ser una mercancía más, sino un derecho de todas las personas. Según su perspectiva, el comercio agrícola no debe basarse en la lógica de las ganancias sino en las necesidades de los pueblos. Es necesario, aseguró, valorar los cultivos locales y consumir lo que se produce localmente.
Los bioenergéticos
Sin embargo, los campos y los mercados agrícolas son recorridos ahora por otro fantasma que se une al de los transgénicos: el de los bioenergéticos, que ha causado que en distintas regiones del mundo se dedique cada vez más extensiones de terreno, que antes se destinaban al cultivo de alimentos, para producir materia prima para fabricar combustibles biológicos.
La delegada de la Confederación de Campesinos del Perú, Silvia Ribeiro, explicó que esta ola productiva está asociando a grandes gigantes económicos: las industrias del petróleo, de producción de semillas, de producción y comercialización de cereales. Irónicamente, en nombre de la defensa del medio ambiente, la nueva industria va a desplazar más a campesinos de sus tierras, va a estimular la siembra de monocultivos, el uso de fertilizantes elaborados con base en el petróleo y va a propiciar mayor deforestación.
Entretanto, algunos de los más ilustres participantes en el foro consideraron que existe una distancia real entre la dinámica de los foros sociales «clásicos» y este encuentro africano.
Según Peter Rosset, investigador estadounidense, «una diferencia importante con respecto al FSM es que está reunión tiene un propósito específico. No se trata de sentarnos a charlar a ver qué sale, sino que se trata de ir a fondo sobre el asunto del campo y la alimentación, y pasar de la defensiva a la ofensiva. Hemos estado a la defensiva: en contra de la OMC, contra los transgénicos, contra los tratados de libre comercio. Ahora es necesario tomar la ofensiva. Eso significa organizarnos bien en torno a lo que queremos y trazar estrategias para obtenerlo, es decir, en torno a la lucha por la soberanía alimentaria».
Preguntas y respuestas
«¿En pos de qué luchamos?», el documento final señala, entre otras cosas, «por un mundo en el que todos los pueblos, naciones y estados puedan decidir sus propios sistemas alimentarios y políticas que proporcionen alimentos de calidad, adecuados, asequibles, nutritivos y culturalmente apropiados».
«¿Contra qué luchamos?: El imperialismo, el neoliberalismo, el neocolonialismo y el patriarcado, y todo sistema que empobrece la vida, los recursos, los ecosistemas y los agentes que los promueven».
«¿Qué podemos hacer y haremos al respecto?: Nos comprometemos a construir nuestro movimiento para la soberanía alimentaria, forjando alianzas, apoyando nuestras diferentes luchas y haciendo que nuestra solidaridad, fuerza y creatividad lleguen a los pueblos del mundo que tienen un compromiso con la soberanía alimentaria».
Los agricultores africanos critican los ele vados fondos que destinan en Occidente a la agricultura, lo que les impide competir en igualdad de condiciones con ellos. «En el norte siembran subsidios y nosotros cosechamos deudas», denuncian.
Junto a los transgénicos, otro fantasma recorre los campos y los mercados, el de los bioenergéticos. En distintas regiones se dedican terrenos antes destinados al cultivo de alimentos a producir materias primas para fabricar combustibles biológicos.
Africa occidental, a pesar de contar con importantes recursos naturales y con los conocimientos de millones de campesinos y agricultores, se ha convertido en una región netamente importadora de productos agrícolas, afirma Ibrahim Coulibaly.
En los pequeños restaurantes de Selingue, relata el periodista de «La Jornada» Luis Hernández, se sirve `Nescafé' y leche en polvo `Nido', pese a que la ganadería local produzca leche y que en Mali se coseche café. Sin embargo, lo que ocurre en las mesas de los restaurantes malienses, y en las de sus hogares, no es una excepción sino la regla.
Las decenas de testimonios de casi todo el mundo dibujan un panorama desolador. La agricultura subsidiada del norte, las exportaciones masivas de alimentos y la acción de las multinacionales están destruyendo la agricultura de los países pobres con consecuencias dramáticas.
La mayoría de la leche de la vacas malienses es para el consumo familiar. La venta se enfrenta a grandes dificultades porque el litro de leche se vende a 250 francos, pero la leche en polvo reconstituida proveniente de Europa vale sólo 100. Imposible competir.
La multinacional suiza Nestlé, dueña de las marcas Nido y Nescafé, ha provocado algunos sonados y graves escándalos en Africa. En una región en la que es difícil encontrar agua potable, nutrir a bebés recién nacidos con leche en polvo, en lugar de leche materna con anticuerpos, provocó muchas muertes infantiles.
En un escándalo más, denunciado por José Bové en Selingue, Nestlé, recientemente, decidió modificar la fórmula de elaboración reconocida para producir el chocolate, reduciendo el contenido de cacao para agregarle aceites vegetales. Como resultado de ello Senegal ha visto reducidas las exportaciones de este producto, vital para su economía, en un 25%.
Una delegada procedente de Senegal también denunció en el foro que las donaciones masivas de leche en polvo para combatir el hambre han devastado la ganadería local. Estos programas están, además, inundando la región de comida transgénica.
En opinión de Peter Rosset, investigador estadounidense, es necesario pasar a la ofensiva, «eso significa organizarnos bien en torno a lo que queremos y trazar estrategias para obtenerlo, en torno a la lucha por la soberanía alimentaria».