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Mila Apezetxea y Nerea Olaziregi Madres integrantes de Sortzen-Ikasbatuaz

Eskola euskaldunona eta publikoa: ¡Es nuestro derecho!

No queremos que nadie nos imponga el centro escolar para nuestros hijos e hijas. Queremos una educación integral, que dé respuesta a las necesidades de cada ciclo-etapa

Ha llegado el momento en que tenemos que elegir centro escolar para nuestras hijas e hijos. Lo que debería de ser un proceso lógico, natural y sencillo se convierte en una gran carrera de obstáculos debido a la falta de planificación y de previsión del departamento de educación correspondiente, que año tras año olvida las necesidades y derechos de las familias. Nos estamos refiriendo a la elección de centro escolar público y euskaldun dependiente directamente de una Administración pública.

La educación es un derecho básico... los padres tienen libertad de elección de centro escolar... hay que tomar medidas que concilien la vida laboral y familiar... bonitas frases gubernamentales que en la práctica no se cumplen. Sólo hay que ir a las plazas de los pueblos y preguntar a los familiares de los niños y niñas que juegan en ellas.

A lo largo y ancho de Euskal Herria, somos muchas las familias que optamos cada vez en mayor medida por un centro público determinado teniendo muy en cuenta qué recursos podemos encontrar en el mismo para atender y completar la educación de nuestra hijas e hijos. Las familias buscamos un centro educativo público que cuente con un proyecto educativo que garantice la total euskaldunización y el conocimiento de otras lenguas, el impulso de la cultura vasca dentro del currículum propio, que fomente la participación de toda la comunidad escolar, que no discrimine por ningún concepto, que sea respetuoso y promueva la cohesión social, que fomente valores progresistas pero no adoctrinamientos, que esté en constante evolución, que sea coeducador e inclusivo y que se desarrolle mirando al barrio o pueblo del que forma parte. Por eso, hoy por hoy, elegimos un centro con modelo D, ya que, aunque con evidentes carencias, por el momento es la única opción válida, aunque nuestra apuesta sigue siendo la de una escuela pública que eduque y viva en eus- kara y que sea integradora.

Junto a lo anterior, no podemos pasar por alto un elemento cada vez más presente y que atañe a la conciliación/compatibilización de la vida familiar, laboral y escolar. Y es que también debemos sopesar aspectos como la ubicación del centro escolar y la ubicación de la familia o amigos que nos puedan echar una mano, los horarios de las escuelas y de nuestro tipo de trabajo, de tener uno o más hijos o hijas y cómo agruparlos en un mismo centro escolar, los comedores y las necesidades alimenticias, los deberes, las extraescolares...

Tras hacer un repaso a la oferta existente en el barrio, pueblo e incluso comarca, al final elegimos un centro educativo público que trabaja el proyecto educativo antes mencionado y que además se ajusta a resto de necesidades de nuestra familia, resulta que no podemos matricular a nuestros hijos e hijas en el mismo, porque no cumplimos una serie de requisitos que nos ajusten a la encorsetada oferta educativa pública de la Administración pública. Parece que es la comunidad escolar la que tiene que adecuarse al traje de cartón-piedra diseñado por el correspondiente departamento de educación, en vez de hacerlo a la inversa, esto es, adecuar y evolucionar esa oferta educativa pública en orden a dar respuesta a los derechos y necesidades de los ciudadanos.

No nos engañemos: todos los centros educativos no funcionan igual. Las familias lo sabemos. Así, mientras muchos centros públicos activos y dinámicos, que impulsan proyectos educativos como los citados, no pueden absorber toda la demanda debido a directrices administrativas cerradas. Otros, sin embargo, lejos de la realidad que les rodea (sin planes de euskaldunización, sin proyectos novedoso,...) que además la Administración, para evitar su desaparición, ubica alumnado inmigrante o alumnado con diversa problemática. Con lo que se demuestra que la receta del café para todos no sirve.

No tiene ninguna lógica que las familias del nº 7 de una calle sean asignadas a un centro escolar y las del nº 9 a otro. Se trata de la zonificación cuya función es conseguir el equilibrio entre centros de un mismo barrio o pueblo. Pero, ¿por qué la Administración no analiza la razón por la que las familias con dos centros públicos cercanos deciden incorporarse a uno concreto? No queremos que nadie nos imponga el centro escolar para nuestros hijos e hijas.

Aún pedimos más: que los hermanos y hermanas de una misma familia puedan matricularse en el mismo centro escolar.

Educación integral, donde se dé respuesta a las necesidades de cada ciclo-etapa: recursos humanos y materiales, adecuación de las aulas y resto de servicios...

Reconocer el derecho a permanencia en el centro matriculado en un principio.

En resumen, reivindicamos una escuela pública de calidad, moderna, euskaldun y plurilingüe, integrada en el medio en que se ubique y cohesionada, que dé respuesta a las necesidades de nuestro pueblo.

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