Valèrie LEROUX
Kadirov planta sus reales en vedeno, el «último bastión" de la resistencia armada chechena
En una demostración de fuerza, Ramzan Kadirov, el hombre de Moscú en Chechenia, llevó a la delegación del Consejo de Europa hasta Vedeno, hasta hace pocos meses bastión de la guerrilla. Tragándose el miedo, sus vecinos trataron de hacer oír al mundo sus denuncias.
En el centro de Vedeno, a un centenar de kilómetros al sureste de Grozni, los retratos de Ramzan y de su padre, Ahmed Kadirov, muerto en 2004 en un atentado, son perfectamente visibles, aunque los han colocado muy cerca de la comandancia del Ejército ruso en esta ciudad.
Los chechenos, que han vivido durante estos años enterrados en los sótanos de sus casas para escapar de la artillería rusa, aparentan normalidad. La nueva Administración del distrito ha abierto una sede y anuncia pomposamente que las escuelas y el hospital, destrozados por la guerra, están siendo recontruidos.
Refugio del comandante guerrillero islamista Shamil Basayev, situada en el corazón de las montañas del Cáucaso, la región de Vedeno resistió duramente a los ocupantes mientras el resto de Chechenia pasaba a control del Gobierno pro-ruso de Kadirov.
Hace menos de un año, Basayev -que moriría en julio de 2006 en una oscura explosión en la vecina Ingushetia- y los suyos se batían contra el Ejército ruso y sus aliados nativos. Un año más tarde, Ramzan Kadirov, ha hecho una muestra de seguridad al invitar al comisario de Derechos Humanos del Consejo de Europa, Thomas Hammarberg, a visitar esta antigua «cueva de bandidos».
El pasado miércoles, la comitiva de Hammarberg, encuadrada por una columna de kadirovtsy (la temida milicia de Kadirov) tomó el camino al desfiladero de Vedeno, donde hasta hace poco cruzar en helicóptero era considerado un poco peligroso.
A lo largo de la carretera, las casas de ladrillo y las mezquitas no pueden ocultar, pese a recientes y apresurados trabajos de reparación, las fachadas acribilladas a balazos y con munición artilllada. A un lado de la colina, hombre armados vigilan todos los alrededores el paso del convoy.
El Gobierno pro-ruso cifra en un centenar los rebeldes que siguen ocultos en las montañs e insiste en que el resto han sido eliminados. La ONG rusa Memorial matiza este optimismo y asegura que la zona está aún muy lejos de la calma.
Terror y determinacion
Llegados a la localidad, el jefe de distrito, Ruzban Tontagomed, asegura que «Ramzan ha traído el gas, la electricidad, el agua...»
«¿Gas en las casas? Nadie lo ha visto», confiesa Fátima. Esta madre de dos niños no puede ocultar su cólera y desesperación. «No hay trabajo, no hay nada para vivir», asegura. Su vecina la mira con ojos aterrorizados y asegura nerviosa que «Ramzan nos ayuda». Cosas de la «nueva libertad».
Dos mujeres logran acercarse hasta el comisario. «Mi hijo Islam Surjaiev fue detenido en la noche del 11 al 12 de noviembre de 2002. Estudiaba en Grozni y tenía 20 años. ¿Dónde está? El nunca hizo nada, nunca empuñó un arma», relata una.
«Mi hijo desapareció el 30 de enero de 2004 cerca de aquí. Fue secuestrado cuando volvía del trabajo. He ido a todas partes, a la Policía, a la Administración. Todo el mundo sabe que fue secuestrado pero nadie me ayuda», narra la otra, que, de repente, calla ante las duras miradas de los kadyrotvtsi, responsables de buena parte de los secuestros y desapariciones.
«En la noche de ayer hubo un nuevo secuestro en Vedeno», grita una mujer oculta entre la multitud. «Es verdad, Lomali Bibiev también ha sido secuestrado», confirma la otra. «Y Yakub, desaparecido en 2001», recuerda otra. Pero para entonces el comisario ya ha montado en su vehículo, empujado por sus «huéspedes» chechenos.
Desde Grozni, y al final de una visita de tres días en la que ha accedido a varias prisiones, Hammarberg denunció la persistencia de la tortura en Chechenia. «He podido comprobar que no sólo se golpea a los detenidos, se les tortura y olbiga a firmar confesiones de crímenes no cometidos. Y si se quejan a las autoridades carcelarias les va peor». añadió el representante europeo.
Kadirov reconoció torturas pero no tuvo empacho en imputárselas al Ministerio del Interior de Rusia en el Distrito Federal del Sur, en el que está incluida Chechenia.
Kadirov echó la pelota al tejado del Kremlin la víspera de que Putin le propusiera oficialmente para presidir Chechenia.