GARA > Idatzia > Jo puntua

Jesús Valencia Educador social

Una avalancha incontenible

Una mujer nos enseñó con orgullo la fotografía de su hijo preso; sin conocernos hasta entonces, nos abrazamos. Muchas amamas portaban parecidos relicarios. ¿Qué gobierno o policía es capaz de contener semejante marea de humanidad?

Amedida que nos acercábamos a Bilbo íbamos visualizando la encerrona que nos esperaba. El sobrevuelo permanente del helicóptero, las calles atiborradas de policías, una ciudad erizada de fusiles peloteros... Era evidente que la Audiencia Nacional tenía mando en plaza y que la burguesía vasca aceptaba el papel de colaboracionista.

Cuando el poder emparenta con la soberbia, se hace despótico y ciego. Quizá creyeron, jueces y burukides, que las reiteradas prohibiciones congelarían los sentimientos colectivos. Que la intimidación policial ahuyentaría las irrenunciables esperanzas de futuro y la terca solidaridad popular. Se equivocaron. Error entendible en un juez foráneo, pero incomprensible en los gobernantes locales. Garzón ha viajado a nuestra tierra sólo en funciones de inquisidor, dirigiendo en la penumbra operaciones de castigo. No conoce al pueblo que pretende sojuzgar. Ni siquiera el significado profundo de palabras como batzarre o auzolan, elementos simbólicos de una idiosincrasia profundamente comunitaria. El PNV es diferente; es paisano y, por eso mismo, más responsable. Sabe el reconocimiento social de que gozan nuestros presos. Día a día registra las cada vez más numerosas concentraciones. Constata la existencia de mil manos, obligadamente clandestinas, que garabatean paredes con el nombre de los cautivos. Escudriña las incontables rifas y colectas, encierros y viajes, ayunos y cenas que organiza la tribu para ayudar a los presos y mantener vivo su recuerdo.

El Tripartito se creyó capaz de contener la ternura popular disparando a bocajarro. No aprenden ni escarmientan. Abusivos fueron en la tarde de autos y cobardes en su valoración posterior: «Gestoras buscaba bronca». Evidente. Jarrai había ocupado plazas y puentes. Askatasuna sobrevolaba la ciudad. La Batasuna de Olano, ciega en su empeño por agredir a la poli, se descalabraba entre sí. De manual. Trasladar la responsabilidad a los reprimidos y cubrir de impunidad a los ejecutores.

Aquella tarde, también visualizábamos la dignidad. Variopinta multitud en la que sorprendía la nutrida presencia de mujeres mayores. Sus 81 años no eximieron a María de acabar hospitalizada. No sé cómo sobrevivirían las demás. ¿Por qué se metían en la boca del lobo quienes tenían sobradas razones para haberse quedado en casa sin afrontar tantos riesgos? Una de ellas nos enseño con orgullo la fotografía de su hijo preso; sin conocernos hasta entonces, nos abrazamos. Sospecho que eran muchas las amamas que portaban parecidos relicarios. ¿Qué gobierno o policía es capaz de contener semejante marea de humanidad? La gigantesca avalancha de respaldo a los presos fue desbordando los muros de contención.

Dolor asumido y esperanza reforzada. Una multitud sedente -gesto clásico de desobediencia civil- desnuda a los arrogantes. Un hombre atado a un cama -al más puro estilo gandhiano- neutraliza el abuso del Estado. El fascismo brama. El colaboracionismo se desautoriza. El coraje de gentes abnegadas sorprende y alecciona.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo