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Tres aniversarios para el maestro del realismo mágico

E l año de Gabriel García Márquez. Así se ha denominado desde algunos medios a este 2007, en el que coinciden el 80 aniversario de su nacimiento, los 40 años de la publicación de «Cien años de soledad" y los 25 de la concesión del Premio Nobel de Literatura.

Son aniversarios que trascienden las fronteras nacionales y literarias porque Gabriel García Márquez, el maestro del realismo mágico, el creador del legendario mundo de Macondo, es ante todo un colombiano universal y uno de los inmortales de la literatura. La admiración, veneración en algunos casos, que García Márquez despierta en todo el mundo no es gratuita. Es producto de la fértil imaginación y torrente narrativa de un genio que ha llevado a su más elevada expresión un estilo de contar historias fantásticas, no como fábulas, sino como parte del mundo real.

Las coincidencias entre lo real y lo imaginario, entre Macondo, aquella «aldea de 20 casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas» y su natal Aracataca, población del departamento caribeño del Magdalena, refuerzan la tesis de quienes consideran que, más que inventar, dio un toque mágico a la realidad colombiana.

El propio García Márquez, en el discurso de aceptación del Premio Nobel, el 10 de diciembre de 1982, ante la Academia Sueca de Letras, recordó que los «gérmenes» del realismo mágico se remontan a los testimonios «asombrosos» legados por los cronistas de Indias sobre leyendas como la de «Eldorado».

Además, es considerado un profeta en su tierra latinoamericana. Muchos de sus colegas consideran que ha dado estatura mundial a las letras de la región y lo califican de «emblemático». Sin él, «cientos de miles de lectores no habrían tocado ningún libro latinoamericano y ni siquiera sabrían que en nuestro continente existía una cultura», en palabras del mexicano Sergio Pitol, ganador del Premio Cervantes en 2005.

Desde aquel 5 de junio de 1967 la obra prima de García Márquez ha sido traducida a cerca de 35 idiomas y se calcula que sus ventas han superado los 30 millones de ejemplares.

La inspiración

Aunque Gabriel García Márquez la tenía en mente desde hacía mucho tiempo, el destino quiso que el golpe de inspiración para escribir ``Cien años de soledad'' le sobreviniera en México, donde vivía en un retiro precario por sus penurias económicas.

Uno de los aspectos que más curiosidad despierta de la elaboración del mítico libro es el instante en el que el autor inventó el poderoso arranque de la novela: «Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo».

La revelación se produjo en 1965, en un viaje en automóvil con su esposa y sus dos hijos desde Ciudad de México a Acapulco. Según ha relatado el propio Gabo, no tuvo «un minuto de sosiego» en la playa, ansioso por volver a su casa para comenzar la obra. Escribió febrilmente a diario durante más de un año y medio, lo que no impidió que tuviera que empeñar varios efectos personales, mientras su esposa hacía auténticos equilibrios para llegar a fin de mes, con créditos imposibles a la tendera del barrio y al carnicero de la esquina.

La obra de un desconocido

Hace cuatro décadas, la editorial Sudamericana publicaba en Buenos Aires ``Cien años de soledad'', de un por entonces desconocido escritor colombiano. De la primera edición de la obra se editaron 8.000 ejemplares, que se agotaron rápidamente.

Fue a comienzos de junio de 1967 cuando la célebre novela vio por primera vez la luz, y lo hizo en Argentina, gracias al editor Francisco Porrúa, que en realidad quería publicar ``La hojarasca'' (1955) y ``El coronel no tiene quien le escriba'' (1961), pero éstos iban ya a ser publicados por un sello uruguayo. A cambio, el colombiano, que por entonces vivía en México, le envió el primer capítulo de ``Cien años de soledad'', lo suficientemente bueno como para que Porrúa lo contratara inmediatamente. Tiempo después llegó el original completo, en dos partes porque Gabo no tenía dinero para mandarlo todo de una vez. Cuando Porrúa lo leyó entero decidió apostar fuerte.

«Con García Márquez, la literatura latinoamericana deja de interesar sólo a los pequeños públicos de la región para interesar continental e internacionalmente», sostiene Susana Cella, del Instituto de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Buenos Aires.

Mieles en Barcelona

García Márquez escribió ``El otoño del patriarca'', en Barcelona, la ciudad en que vivió entre 1967 y 1975 y en donde saboreó las mieles de la gloria de ``Cien años de soledad'' en compañía de escritores como Vargas Llosa, Donoso, Cortázar, Bryce o Carlos Fuentes. Los días de vino y rosas de la gauche divine, la época de esplendor que vivió esta capital entre los sesenta y los setenta, fueron el escenario perfecto para la explosión del boom de la literatura latinoamericana.

Gabo llegó a la Ciudad Condal en 1967, desde México y se quedó hasta 1975, coincidiendo con la muerte de Franco, dejando otra obra maestra y muchos amigos en el camino.

El autor conoció desde joven una Barcelona imaginaria a través de los recuerdos de su maestro, Don Ramón Vinyes, uno de esos personajes mágicos y al mismo tiempo reales que enriquecen su obra: este «sabio catalán», librero y dramaturgo emigrado a Colombia a principios de siglo, dirigió los primeros pasos literarios de Gabo en Barranquilla y le hizo añorar una ciudad que el escritor tardaría años en descubrir.

La mejor de las profesiones

Esta otra historia ocupa 346 páginas, que, al menos, son los folios de la edición que se hizo para los países andinos, pero es un reportaje, si se quiere «novelado» o, como es apenas obvio, «extenso». La obra en mención es ``Noticia de un secuestro'' (1996), pieza periodística de las más elocuentes del escritor colombiano, quien por la misma época de la aparición del volumen se enorgullecía de haber escalado, en alguna sala de redacción de su ejercicio temprano, «hasta el máximo nivel de reportero raso».

Eso es lo que ofrece el Nobel de Literatura en ``Noticia de un secuestro'', que reconstruye la experiencia de diez colombianos hechos cautivos por orden de Pablo Escobar, el desaparecido capo del Cártel de la cocaína de Medellín. El título resultó de la iniciativa de una ex rehén y su esposo, quienes en 1993 le propusieron a García Márquez que "escribiera un libro" con las experiencias de ella en cautividad, pero que en el camino de la investigación periodística se desbordó hasta los casos de las otras nueve víctimas.

Con el rigor de periodista, el autor tuvo la certeza de que no fueron hechos aislados, sino «un sólo secuestro colectivo de diez personas, un drama bestial» en el que no naufragó, como lo reconoce en el mensaje de gratitud que adentra en el título, por el coraje que le dieron los ex cautivos.

En el fondo de la obra están las lecciones, nociones y concepciones del periodismo que el octogenario García Márquez ha configurado desde 1948, cuando se alistó en el que mucho después definiría como «el mejor oficio del mundo».

«Nadie que no lo haya vivido puede concebir siquiera lo que es el pálpito sobrenatural de la noticia, el orgasmo de la primicia, la demolición moral del fracaso», dijo el aplaudido escritor, no sin antes quejarse por el casi destierro del «género estrella» del periodismo, el reportaje, que él define como «la noticia completa».

El autor persistió en su afán por tener un medio periodístico y, en 1998, en nombre de una sociedad controlada por él a distancia, adquirió la revista ``Cambio'', fundada en 1993 por ``Cambio16'', y comprada hace poco por el grupo de ``El Tiempo''.

Pasión por el cine

Poco puede extrañar a estas alturas que tampoco el cine escape a la pasión narrativa de Gabriel García Márquez, que cumple 80 años en pleno idilio con el celuloide.

Su curiosidad juvenil por este arte le llevó a ``La langosta azul'', un cortometraje de carácter experimental de tintes surrealistas rodado en Barranquilla y con el que se estrenó como guionista en 1954.

Esa experiencia abrió un nuevo apetito para la voracidad creativa de Gabo, que ese mismo decenio se matriculó en Roma en el Centro Experimental de Cinematografía. Muchos años después, aunque por suerte no ante un pelotón de fusilamiento, el escritor había de recordar aquella tarde remota en que sus amigos lo llevaron a conocer ``Miracolo a Milano'' (1951), film de Vittorio de Sica cuya mezcla de neorrealismo y fantasía anticipa el realismo mágico tan propio de su obra.

«Entonces hablábamos casi tanto como hoy del cine que había que hacer en América Latina, y de cómo había que hacerlo, y nuestros pensamientos estaban inspirados en el neorrealismo italiano, que es el cine con menos recursos y el más humano que se ha hecho jamás», evocaba en 1986.

La espina se la sacaría como guionista en México gracias a cintas como ``El gallo de oro'' (1964) y ``Tiempo de morir'', ópera prima de Arturo Ripstein.

El Nobel vestido de lino

El 10 de diciembre de 1982, Gabriel García Márquez pronunciaba el discurso de aceptación en Estocolmo del Premio Nobel de Literatura. Si Gabo había acreditado su fama de transgresor en lo literario, no pudo evitar aquel frío día de diciembre de hace casi 25 años tomarse una licencia en las formas y cambió el riguroso frac negro exigido por la Academia Sueca a los galardonados presentándose con un «liqui-liqui» de lino blanco para recibir el Nobel de manos del rey Carlos Gustavo.

El día en que Gabo recibió el Nobel hubo comentaristas que confundieron el «liqui-liqui» del escritor con la guayabera.

El «liqui-liqui» es una prenda venezolana y tuvo su origen, según han mencionado algunos investigadores, en el uniforme de los soldados de la época colonial, conocido con el nombre francés de liquette (un tipo de camisa).

La decisión de Gabriel García Márquez de lucir el «liqui-liqui» el día de la ceremonia del Nobel le valió críticas de folclórico y cursi, pues en muchas zonas de Colombia no sabían la procedencia de esa vestimenta.

Cañonazos en Aracataca

García Márquez, Gabo, Gabito, GGM, el hijo del telegrafista son algunos de los nombres con los que se conoce al escritor colombiano que mañana cumple 80 años de vida. Gabriel José de la Concordia nació el 6 de marzo de 1927 en Aracataca, un pueblo de la tórrida zona bananera del Caribe colombiano.

Los cataqueros, gentilicio de los oriundos de Aracataca despertarán mañana con el sonido de los cañones para recordar que ese día su hijo más ilustre cumple 80 años. Se lanzarán idéntico número de cañonazos que anunciarán el aniversario, en un día declarado cívico en el pueblo.

También mañana, aunque a más de 800 kilómetros al sur, en Bogotá, su ministra de Cultura anunciará el proyecto para reparar la casa del coronel Nicolás Márquez, abuelo de Gabo y en la que pasó sus primeros 8 años de vida el autor de ``Cien años de soledad''.

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