El Athletic y todo su entorno recibieron ayer una tremenda decepción al caer derrotados en San Mamés por un Nástic que llegaba en la última posición de la clasificación. Un revés en toda regla. Un golpe del equipo más «bajo» de la categoría -sus números decían eso hasta la cita de ayer- y muy doloroso, porque se confiaba en conseguir los tres puntos.

La desilusión fue tan grande que las gradas de San Mamés despidieron a los jugadores con una pañolada y pitos en su contra cuando al finalizar el encuentro se les ocurrió quedarse en el centro del campo para agradecer el apoyo prestado.

El Athletic completó un mal partido y no respondió a las exigencias de un encuentro trascendental para recuperar cierta tranquilidad. Los tres puntos eran necesarios y al no poder optar a ellos, la impotencia se adueño de los rojiblancos que tan sólo ofrecieron veinte minutos aceptables. El Athletic comenzó el encuentro con el claro objetivo de intentar marcar rápido.

San Mamés estaba entregado, caliente, tanto por la climatología como por la importancia del envite, y el equipo buscó un gol que no llegó por la falta de claridad e ideas en ataque pese a disponer de la posesión. Aún así, dispusieron de tres opciones de anotar en sendas jugadas de estrategia. Sarriegi tuvo la primera en un córner, pero no acertó a concretar su remate al igual que Urzaiz en una falta lejana. Después vino el lanzamiento de Iraola en una falta lateral.

A partir de ahí, no se sabe si por el cambio de dirección del viento y la bajada de temperatura, el Athletic se quedó helado. De repente, el equipo se atascó y las gradas de San Mamés culpabilizaron a Yeste de lo que estaba pasando. Es un jugador frío y que a veces da la sensación de que pasa de todo, perdió un balón y fue recriminado con una pitada. Mané se percató del ambiente enrarecido y en el descanso lo sustituyó por Javi Martínez. Los rojiblancos habían perdido el sitio mientras el Nástic conseguía empezar a inquietar a Aranzubia.

Un par de centros de Cuéllar desde el costado derecho fueron el preludio. Casas no podía sujetar al extremo navarro, que volvió a completar un buen encuentro ante el equipo en el que se formó como futbolista, aunque no se pueden obviar las facilidades que le dieron para que se luciera.

Portillo y Pinilla

Los catalanes se fueron creciendo tanto que llegó el gol de Portillo. Un jarro de agua fría que no entraba en el guión, pero que se sentía porque en la jugada anterior Rubén Castro no acertó a empalmar un balón dentro del área rojiblanca.

El delantero forjado en la cantera del Real Madrid no desaprovechó el pase en profundidad de Pinilla. El veterano capitán de los de Tarragona ejerció de verdadero incordio para una zaga del Athletic que estuvo demasiado blanda a la hora de defender y suyo sería el tanto que sentenció en el segundo tiempo el encuentro.

A partir del primer gol, el Athletic perdió la cabeza. No lo estaba haciendo bien, pero al verse con el resultado en contra, el equipo comenzó con su particular cúmulo de despropósitos. Al principio del segundo tiempo Sarriegi, de nuevo en un córner, y Aduriz con un remate de cabeza que se fue alto, rozaron la igualada.

La expulsión de Mingo aumentó la ansiedad y las precipitaciones en el juego y los dos entrenadores movieron sus piezas. Paco Flores reforzó la defensa con Matellán, mientras Mané optó por meter a Etxeberria y cambiar a Casas dejando a Gabilondo como lateral izquierdo.

El Athletic se fue al ataque con Amorebieta -el árbitro anuló un gol de Aduriz por una falta suya a Bizzarri- ejerciendo de líder del equipo. Sin embargo, la apuesta ofensiva no funcióno porque a pesar de jugar con más delanteros apenas creó ocasiones. El Nástic, en cambio, acertó en una de sus aproximaciones y se acabó el partido.

La entrada de Llorente y pasar a jugar con cuatro delanteros tras recibir el segundo no sirvió para nada más que desesperar a los aficionados. En los últimos minutos los jugadores del Athletic fueron encogiéndose mientras se agrandaba el cabreo de los seguidores que aguantaron hasta el final del encuentro.