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Maite SOROA | msoroa@gara.net

A la carga

 

Antonio Cañizares, cardenal arzobispo de Toledo, se ha empeñado en dirigir desde el púlpito la nueva Cruzada con un extenso artículo, en «La Razón», en el que mezclaba la situación de Iñaki De Juana, la ley del aborto, la de matrimonios homosexuales y la eutanasia.

Según Cañizares «el ayuno `controlado', durante más de cien días, de este etarra, no arrepentido, constituye un acto más de violencia, de terrorismo: `refinado e inteligente', pero terrorismo». A Ghandi, Cañizares lo habría encerrado en Sing Sing.

Pero como buen sofista, esgrime un argumento: «La violencia criminal de este `ayuno' con que ha amenazado a toda la sociedad y al Estado, y los ha puesto de hecho en jaque, los ha intimidado y conmocionado realmente -¿doblegado?-, tiene una intencionalidad ideológica tota- litaria, propia del terrorismo, dentro de la gran estrategia de esa organización terrorista. De Juana ha puesto, mantenidamente, en tensión a toda la sociedad, obteniendo una amplia repercusión política, potenciada por la publicidad que ha logrado su nefanda acción. Para este terrorista y su atentado de `intento' de suicidio lento, ha resultado de capital y vital importancia dar publicidad a su acción por los medios de comunicación social». Debería hacérselo mirar.

Lo que le duele al cardenal es que Iñaki De Juana, con su protesta pacífica, ha conseguido que al mismo Gobierno se le haya puesto «ante el brete de actuar con `humanidad' frente a una eventual amenaza de vida. Si no se quiere llamar a esto `miedo', al menos, hay que reconocer que se está actuando forzados, sin suficiente libertad: se ven confrontados ante un `bien supremo' como es el de la vida. Eso, precisamente, es lo que hace de este acto un exponente claro de terrorismo». ¡Anda la osa! Y, ¿por qué?: «Se reconozca o no, ha provocado un efecto paralizador de la libertad y ha conmocionado y dividido a la sociedad. Este hecho, pues, entra dentro de la calificación de terrorismo como forma específica de violencia sistemática. Por todo ello, a tenor de la Instrucción Pastoral de la Conferencia Episcopal sobre el terrorismo de ETA, la valoración moral de lo que ha hecho y hace De Juana es absolutamente reprobable, y, como acto terrorista, perverso en todos sus elementos. El Estado, moralmente al menos, está obligado a defender a la sociedad de cualquier acto terrorista, también de éste». O sea, hablando claro. Debían haber dejado a Iñaki morir de hambre. Lo dice un cardenal.

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