Imágenes construidas, mujeres reales
La mujer, como mito negativo, revive con la ayuda del celuloide. Theda Bara o Marlene Dietrich por un lado, Marlyn o Gilda por otro, rara vez la imagen que ha proyectado y proyecta el cine de nosotras nos deja bien paradas. Lejos de esa construcción, las mujeres reales existimos, esas que sin demasiado bombo y platillo tratamos de dignificar nuestro día a día
Iratxe FRESNEDA
Periodista y profesora de Comunicación Audiovisual
Los arquetipos de mujer, los actuales estereotipos o modelos establecidos de cualidades y conductas, son parte fundamental de las culturas occidentales. Este hecho ha influido de un modo determinante en el desarrollo del comportamiento de los individuos y en el funcionamiento de nuestras sociedades. Las artes y los medios de comunicación han servido y sirven de soporte para la transformación y consolidación de nuevos modelos de mujer. Desde hace ya más de un siglo, el cine es un elemento fundamental para la transmisión y gestación de arquetipos. Y la influencia que éstos ejercen en nuestras sociedades no es, en absoluto, despreciable.
A pesar de que la misoginia o la infravaloración de la mujer como ser humano no es un hecho novedoso, sí es verdad que la imagen en movimiento resulta muy poderosa a la hora de difundir las creencias y los estereotipos de mujer más absurdos y rancios. Creo que, en cierto modo, somos lo que vemos. La vida nos entra a través de la mirada y desde ahí construimos. La palabra, a veces, es la consecuencia.
La pantalla grande lleva más de cien años deslumbrando con las hijas de Pandora y Atenea, juzgándolas y condenándolas, culpándolas de los vientos y las mareas, y hasta de las malas cosechas. Precisamente, acerca de los arquetipos de la mujer en el cine, he terminado de leer un interesante libro de la catalana Núria Bou. «Dioses y tumbas, mitos femeninos en el cine de Hollywood» se aleja de los discursos más victimistas y realiza un interesante y pormenorizado análisis de las películas más significativas de la época dorada de Hollywood en la que, como no podía ser de otro modo, se rescatan los antiguos mitos para presentárnoslos en bandeja de plata. Como la misma autora observa, Pandora es sensual y peligrosa, inteligente y embustera, seduce y destruye, y se oculta bajo el nombre de Carmen, Salomé o Lulú. La mujer, como mito negativo, revive con la ayuda del celuloide. Theda Bara o Marlene Dietrich por un lado, Marlyn o Gilda por otro, rara vez la imagen que ha proyectado y proyecta el cine de nosotras nos deja bien paradas. Qué podríamos decir de la televisión. Lejos de esa construcción, las mujeres reales existimos, esas que sin demasiado bombo y platillo tratamos de dignificar nuestro día a día. Somos muchas las que nada tenemos que ver con las femme fatales o las imposibles sumisas que nos quieren vender.