Recorrido. Esa es la palabra que explica la elección de Bozidar Maljkovic como nuevo entrenador baskonista. Una decisión que ha suscitado controversia. Rumiaban el cambio de Velimir Perasovic y su angina de pecho facilitó el pasaporte. Natxo Lezkano ha estado a la altura, pero le falta «recorrido», como explicó Kerejeta en la presentación de Boza, al que le sobra ese mismo concepto. Y el problema puede ser ése, que le sobre.

Cuatro Copas de Europa le avalan, cuatro títulos muy distintos. Formó aquella Jugoplastika de ensueño con Kukoc, Radja, Perasovic, Sretenovic o Tabak que en 1989 se merendó al Maccabi de Magee, Jamchi y Barlow. Savic potenció aún más aquel cúmulo de talento en el 90, para batir a un Barça al que también había ganado en semis el año anterior y al que no supo llevar al triunfo al año siguiente ante sus ex pupilos. Y es que casi con hacer los cambios un poco bien bastaba en el Pop'84, aunque ya no estuvieran Radja, Ivanovic, Pavicevic ni Sobin.

Tras una temporada y media que fue suficiente para forjar su enemistad irreconciliable con Aíto, Boza se refugió en 1992 en un Limoges que el propio técnico definió como «un equipo de mineros». El paradigma del basket-control. Redden y Bilba apuntalaban las canastas; Zdvoc buscaba con paciencia las vetas y Young, con ayuda de Dacoury, se encargaba de llenar las cestas. La Benetton de Kukoc, Teagle y Rusconi claudicó (59-55).

El cuarto (96) fue con el Panathinaikos ante, cómo no, el Barça de Aíto, aquel del tapón ilegal de Vrankovic a Montero (que hizo pasos) con Dominique Wilkins, Yannakis, Alvertis y Ekonomou. Desde entonces, Racing de París, Unicaja y Real Madrid, diez años sin excesivo brillo. La apuesta pasa por su quinto título, pero, ¿se le habrá pasado el arroz?