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Martin Garitano Periodista

En su dulce soledad

Es bien cierto que Azkuna y los suyos han estado mucho más cómodos sin la presencia de la izquierda abertzale en la bancada de la oposición Se trata de dejar sentado que lo de la condena retórica de la violencia es una milonga pampera en esas declaraciones

Al alcalde y alcaldable de Bilbao, Iñaki Azkuna, se le podrán reprochar muchas cosas, pero no la falta de desparpajo. No quiere decir eso que hable claro, sino con descaro. Entiéndase bien.

En tiempo de balance de la legislatura que ahora termina, ha reconocido que «hemos vivido mucho más cómodos» en el Ayuntamiento bilbaino sin la presencia de los concejales elegidos por las listas de la izquierda abertzale. Y eso no es hablar claro. Es, simplemente, hablar con desparpajo.

Y es que Azkuna completaba la frase con la muletilla al uso y con la que tanto trasunto inconfesable se maquilla: «mientras no condenen la violencia no deberían estar en las instituciones democráticas».

No cabe equivocarse. Es bien cierto que Azkuna y los suyos han estado mucho más cómodos sin la presencia de la izquierda abertzale en la bancada de la oposición. Mucho, no: muchísimo. Pero no por la condena o no condena retórica de la violencia (de la de ETA, por supuesto y en exclusiva) sino por el efecto placebo que produce la ausencia de fiscalizadores incómodos, testigos impertinentes y críticos implacables de la gestión de los asuntos y dineros públicos.

Azkuna y muchos de los suyos (los que callan o, incluso, verbalizan lo contrario pero en el fondo se identifican con la pax romana de la que ha disfrutado el alcalde de Bilbao) se han sentido mucho más libres para obrar, hacer y deshacer a su antojo sin la mirada crítica de los elegidos para evitar que las instituciones públicas sean opacas. Han disfrutado de la tranquilidad que proporciona la soledad, de la exquisitez del guiso de Juan Palomo, de algo muy parecido a la impunidad.

No se trata de comparar a ningún alcalde o diputado general con los Siete Niños de Ecija o El Tempranillo, felices por la ausencia de carabineros en la Serranía de Ronda. Menos aún de sembrar dudas sobre la necesaria transparencia en la adjudicación de las grandes obras que tan jugosos beneficios han reportado a algunos. No es so, o es eso.

No se trata tampoco de formular acusaciones genéricas y sin sustrato probatorio, sino de dejar sentado que lo de la condena retórica de la violencia es una milonga pampera en esas declaraciones. Se trataba de mandar a los incómodos a pasear por la Villa. Lejos del Ayuntamiento. Eso es hablar claro.

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