Shlomo Ben-Ami (Ex ministro de Asuntos Exteriores de Israel) 2007/3/23.
Adiós a las guerras
(...) El dogma de la transformación militar que defiende Donald Rumsfeld -el desarrollo de la capacidad tecnológica de los ejércitos permite asegurar la victoria con menos tropas- fracasó rotundamente en Irak. Ni tampoco pudo Israel vencer a Hezbolá en el Líbano, pese a su apabullante superioridad tecnológica. (...)
El combate entre Estados todavía se puede dar en donde existan primeras líneas de combate estratégicas, como en la frontera de Israel y Siria, la de India con Pakistán y al frontera que divide las dos Coreas. En estos casos, la guerra, como demostraron los egipcios en 1973, podría ser todavía una vía válida para resolver un conflicto determinado.
(...) aquella famosa campaña de «conmoción y pavor» llevada a cabo por Estados Unidos en Irak en 2003 teóricamente sólo duraría tres semanas, pero, en realidad, abrió las puertas del infierno tanto para las fuerzas de ocu- pación como para el pueblo iraquí. Y seis meses después de la despiadada batida israelí en el sur del Líbano, Hezbolá sigue con la misma fuerza que antes. Y lo mismo se podría decir sin que parezca demasiado exagerado con respecto a la vuelta de los talibanes a Afganistán seis años después de su derrocamiento.
Es en la guerra después de la guerra donde se revela la inferioridad de los ocupantes, dado que los constantes refuerzos incrementan el número de los objetivos para los insurgentes mucho más rápido de lo que pue- den adaptarse las fuerzas ocupantes al cambiante campo de batalla. En sólo tres años, tal como han admitido los británicos, los insurgentes iraquíes han sido capaces de hacer frente a la superioridad tecnológica de sus enemigos, algo que el IRA fue incapaz de hacer en treinta.
La guerra de Irak y las guerras de Israel con Hamás y Hezbolá muestran los límites de lo que puede alcanzar la fuerza militar, y confirman asimismo la necesidad de la labor diplomática y de que los conflictos se resuelvan por otros medios. Cuando se trata de resolver conflictos políticos y culturales, más importante que la mera capacidad militar es formar alianzas internacionales y regionales en torno a un objetivo legítimo.
Dicho esto, sería ingenuo afirmar que son innecesarios el uso de la fuerza y la capacidad de intimidación. Pero los objetivos a los que se dirige el uso de la fuerza han de ir unidos al reconocimiento de que en los conflictos asimétricos de hoy en día la victoria no se consigue únicamente en el campo de batalla. Sólo unas políticas regionales mejor fundamentadas, unas políticas encaminadas de verdad a disipar la incertidumbre y la angustia real de unas civilizaciones en crisis, producirán unos resultados más sostenibles.