Los medios de comunicación hablan, hablamos, de manera habitual con respecto a los jóvenes. Sin embargo, demasiadas veces, los mensajes que se transmiten no parten de un diagnóstico compartido con los protagonistas, lo que da lugar a lecturas parciales y no exentas de prejuicios. Esa fotografía que se difunde en los medios y que los relaciona con prácticas de consumo compulsivas, que los retrata como excesivamente individualistas, como poco responsables y apenas interesados por los problemas colectivos, cuando no como unos violentos rebeldes sin causa, es sin duda una imagen que desdibuja la realidad.

No es fácil hacer un diagnóstico de la juventud, aunque seguramente el mejor instrumento sea renunciar a fiscalizar los comportamientos con el único ánimo de ajustarlos a un modelo social que evidentemente no está exento ni mucho menos de buena parte de los males que se atribuyen a los jóvenes. De la modesta encuesta realizada por GARA con portavoces de organizaciones juveniles se puede sacar como primera conclusión que tampoco en este caso es acertado aplicar esterotipos, ni tratar de poner corsés a un sector social que, con sus contradicciones, trata de poner en tela de juicio los aspectos más negativos del modelo socio-económico, del orden político, del modelo afectivo.

Los portavoces de las organizaciones consultadas rompen con el mito de una juventud acomodada y reflejan una preocupación activa frente a las dificultades para la emancipación. Las críticas a la especulación inmobiliaria son coincidentes y no faltan las alternativas cara a devolver a la vivienda su carácter de bien social. Se revuelven los consultados contra la criminalización a que se somete a los jóvenes en relación a las drogas y, en general, desdeñan los prohibicionismos pero también la vanalización de esta cuestión. Su visión de la sexualidad es abierta, pero son conscientes del peso de los lastres culturales y de la creciente mercantilización del sexo. Las distintas opiniones ayudan a conformar una imagen más rica de los jóvenes vascos.