GARA > Idatzia > Jo puntua

Josu Imanol Unanue Astoreka Activista social

Derecha radical

Creo que fue Goebbels quien sentó cátedra con aquello de «una mentira repetida muchas veces se convierte en verdad», pero muchos aprendieron rápidamente y lo aplicaron, comenzando por el famoso acordeonista fracasado autóctono -«nosotros los demócratas»- hasta algún otro disco rayado que repite sin cesar la terminología «izquierda radical», como si en ello hubiera dos insultos imperdonables, ser de izquierda o ser radical.

A muchos, por más que lo intenten, militemos o no en lo que él identifique con ello, los dos conceptos nos suenan bastante bien, recordando que tal vez sea más complicado asumir, por ejemplo, ser de la «derecha radical» o simplemente «demócrata de derechas» y ser trabajador, aunque estas cosas pasan.

Pero lo que no pasa, por más que se empeñen en omitirlo, es su pertenencia al segundo grupo; los de la derecha tienden a equivocarnos omitiendo su pertenencia a la derecha, coincidiendo en su momento en el grupo Popular Europeo o aupando con sus votos a los conocidos rancios de la derechona española, por decirlo claro, cuando se votó a favor de Aznar.

Pero dentro de este supuesto descalificativo y magnificando lo de izquierdas con radical, cabe destacar que seguramente los de derechas omiten su radicalidad en negar la participación ciudadana en un montón de temas que nos afectan, por citar la térmica de Zornotza, los superpuertos, el TAV, la central nuclear de Lemoiz, el pantano de Itoitz, incineradoras, lindane, canteras, proyectos urbanísticos, etcétera, e incluso garantizar que la oposición sea silenciada hasta con el empleo de las llamadas fuerzas de orden pública que en épocas en que la derecha manda en nuestros territorios, que ya son muchos años, no ha dejado de trabajar y satisfacer a los amos.

Radical pudiera ser, por ejemplo, la creación de la política de dispersión penitenciaria, las políticas de apartheid lingüístico o político, el cierre de medios entre aplausos y provocaciones o lo que posibilita que haya habido 129 fallecidos en Euskal Herria el año pasado en accidentes laborales y un sinfín de accidentados graves. Pero ésta es una radicalidad asumida como normal, como normal debe de ser contaminar y no cumplir los acuerdos de Kyoto, y así estamos año tras años pasando por un aro cada vez más estrecho como las neuronas de quienes fingen la normalidad de la dominante derecha.

En todas las sociedades es claro que las políticas «racionales de derecha» solamente traen consigo el mal uso de los bienes comunes, el mal reparto de los mismos y unos efectos colaterales que nos son un poco lejanos pero no por ello ajenos: hambre, sufrimiento, guerras, explotación laboral... es decir, mientras unos engordan su propio ego posesivo el resto sólo sobrevive en el mejor de los casos, participando en lo que permiten los citados. Eso sí, siempre habrá colectivos marginales, afectados, mundos desprotegidos, género explotado, o lo que sea, que serán citados según convenga y en clave de comprensión o de tolerancia... y es que la caridad judeo-cristiana en las ideas pesa mucho.

O sea, que lo de izquierda radical o radical de izquierdas, si con ello está garantizada la supervivencia de los menos favorecidos, sean jóvenes, mayores, de uno u otro lugar o cultura minoritaria, represaliado o gaitas japonesas debería ser por lo menos respetable, y en ninguna forma ofensivo, que a mí personalmente más me duele que me identifiquen con una idea a la que, para empezar, le importa la clase trabajadora lo mismo que a mí el CD del acordeonista inicialmente citado.

Y es de buena derecha radical omitir, por ejemplo, las torturas, aprobar leyes que sólo sirven para engañar y para no cumplirlas... el silencio interesado les delata.

Imprimatu 
Gehitu artikuloa: Delicious Zabaldu
Igo