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Jon Odriozola Periodista

Nos quieren aburrir

Si no ha mucho se decía que, en democracia y tal, todas las ideas son defendibles, llevan ya tiempo dando la vara con que si no condenas la violencia pasas a ser ilegal. No la violencia estatal, la «otra»

Inasequible al desaliento, el socialfalangismo con talante emplea una táctica inusitada o, como diría mi madre, inaudita: la de aburrir al personal como aburren las ovejas. Como no pueden meter a la gente que resiste en un campo de concentración, porque está feo y esto es Europa y no Guantánamo, y no les basta reprimir todo lo que pueden bajo, eso sí, un Estado de Derecho inmaculado, el penúltimo recurso que usan, a falta de imaginación, es el vetusto sistema de consignas que imperaba en las redacciones periodísticas bajo el franquismo: dí esto y calla esto otro hasta aburrir al personal y despolitizarlo, que eso es la felicidad. Si no ha mucho se decía, de mentirijillas por supuesto, que, en democracia y tal, todas las ideas son defendibles, llevan ya tiempo dando la vara con que si no condenas la violencia pasas a ser ilegal. No la violencia estatal, la «otra».

Fidel Castro dijo en los albores de la Revolución cubana: «dentro de la Revolución, todo; fuera de ella, nada». Y vino el bloqueo. Y lo llamaron «dictador». Aquí, en democracia, afortunadamente, existen las libertades políticas y puedes discutir en los bares, que eso es la democracia. Y, si condenas la «violencia», eres más demócrata y respetable. Pero, si bien Batasuna no condena la «violencia» porque entiende que el llamado «conflicto vasco» (que es un problema español, en realidad, y su crisis permanente que arrastra desde la guerra civil si no antes) tiene raíces políticas y no teológicas (sólo los teólogos «condenan» a los herejes; los civiles, «critican» o «hacen política» de la de verdad), tampoco apoyan la lucha armada en sus boletines. Pero esto se toma como ambigüedad. Se exige la condena explícita. Como si no hacerlo fuera un pecado. El socialfascismo reniega hasta de un revolucionario burgués como el penalista del siglo XVIII Beccaria que propugnó la laicización del derecho penal mediante la distinción entre delito y pecado. Batasuna, más que delinquir, peca. ¿Exagero? Es posible. Pero oigo (y no me escandalizo pues tengo callo) que, para presentarse en las próximas elecciones de mayo, además de pasar por la, de alguna manera, humillación de tener que firmar un papel en un ayuntamiento o ante notario, yo, que no firmo ni autógrafos, no tienes que estar «contaminado». ¿Limpieza de sangre como en los tiempos de Fernando VII luego del Trienio Liberal? No se les cae la cara de vergüenza porque se pisan el morro. Y no faltará un lerdo López Agudín, que va de «sociata», que dirá que la ley (de partidos) es la ley. O dame pan y llámame idiota.

ETA declara en este periódico su voluntad negociadora y los partidos dicen que no dice nada nuevo. Es cierto. Pero no es ETA quien debe ser original. Son quienes no mueven un dedo. Son quienes se la pasan en bizantinismos y si la abuela fuma... para aburrirnos. O, como decía Swift en «Gulliver», discutir si los huevos había que cascarlos por el extremo grueso (católicos) o por el estrecho (protestantes). Y «el carrito del helao» ahí anda.

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