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Maite SOROA

Las taquicardias de algunas

La presencia de la izquierda abertzale en las urnas les pone de los nervios. Ayer se referían a ello las más curtidas firmas del nacionalismo español. Y en términos muy curiosos. Charo Zarzalejos, en «Abc», adelantaba acontecimientos: «Batasuna, con otro traje, estará en los ayuntamientos y ETA no habrá abandonado las armas. Ahora está tomando nota de los acontecimientos y del lenguaje de abanico, que algunos consideran continua vigente, entre el entorno de ETA y el Gobierno sin que esto signifique haya proceso alguno en marcha. Más bien se toman mutuamente la temperatura. Lo único positivo de la situación es que la simulación ha acabado y que ETA tiene las armas y algún `comando' a punto para cuando se considere necesario, cuando la tuerca no dé más de sí». Mira como lo sabe todo...

En «El Correo Español», Florencio Domínguez alertaba de las aviesas intenciones de los malos: «Las sospechas de que podamos estar ante un fraude de ley de la izquierda abertzale son demasiado fuertes como para que no sean investigadas. Del partido histórico ANV no queda apenas en la formación actual más que esa costumbre de realizar el saludo militar con el puño cerrado sobre la sien».

Pero la perla de la jornada se la lleva Carmen Gurruchaga en «La Razón». La pieza trata sobre un descubrimiento médico de la existencia del síndrome del corazón roto por el dolor y la posibilidad de que tanta pena pueda llegar a ser mortal. Pues Gurruchaga cogía el rábano por las hojas para acercarlo a su propio plato. Así se explica la memez que sigue: «Sería interesante conocer si ese acelere del corazón producido por la desaparición del ser amado es inferior o superior a la indignación, acompañada de ansiedad más taquicardia que producen algunas actuaciones gubernamentales como la excarcelación de De Juana Chaos, la exculpación judicial de Arnaldo Otegi o la más que probable presencia de la izquierda abertzale en las elecciones del 27 de mayo». O sea, la presencia de la izquierda abertzale en las elecciones le produce taquicardia a Gurruchaga. Bien está saberlo. Más aún si leemos el final: «Desde luego, las personas románticas preferimos que un mal amor nos rompa el corazón a que lo hagan los engaños del Gobierno en la lucha antiterrorista». ¿Romántica? ¡Qué bueno!

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