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El último vuelo de Icaro

«Sunshine»

El potente trío creativo que forman el director Danny Boyle, el guionista Alex Garland y el productor Andrew McDonald vuelve a reunirse tras el éxito cosechado dentro del cine de género, con «28 días después». En «Sunshine», se sumergen de lleno en las odiseas espaciales de ciencia-ficción, sin salirse de los presupuestos del cine inglés, para lanzar la hipótesis de una misión científica que pretende alterar y solucionar el agotamiento de la energía solar.

Mikel INSAUSTI | DONOSTIA

El cine de ciencia-ficción siempre agradece la aportación de cineastas inquietos y el inglés Danny Boyle lo es, a pesar de que su audacia innata le lleve a veces a causar el desconcierto. Dentro de su personal visión del cine de género, su pasión por la space opera le viene desde que la posibilidad de dirigir «Alien: Resurrección» quedara finalmente frustrada, más que nada debido a su recelo frente a la falta de libertad de movimientos que conlleva toda gran producción de Hollywood.

Danny Boyle se ajusta mejor a la mezcla de inventiva y control presupuestario del cine inglés, cuya capacidad de medios técnicos resulta suficiente para albergar las ideas del guionista Alex Garland, uno de los pocos que dentro de esa industria se atreve a pensar a lo grande y se suele salir del ámbito estricto de las pequeñas comedias locales. Esa ambición trajo consigo problemas durante el rodaje de «La playa», que enfrentó a guionista y director.

Menos mal que está el productor, Andrew McDonald, para hacer de mediador entre ambos, poniendo a cada uno en su sitio. La eficacia del trío quedó bien probada en «28 días después», una película de temática posholocaústica que se sale de lo habitual en el cine de catástrofes o de terror zombi. A la originalidad de su planteamiento unía una factura superior al dinero realmente invertido, logro del que es responsable un equipo de profesionales capaces de sacar el máximo rendimiento artístico a su trabajo.

En «Sunshine» destacan la fotografía de Alwin Küchler («Código 46»), el diseño de producción de Mark Tildesley («28 días después»), el maquillaje de Christine Blundell («El jardinero fiel») y el vestuario de Anne Larlab («A Foreign Affair»).

Se quita la espina de «Alien»

No es de extrañar que, en su día, Boyle no quisiera hacer «Alien: Resurrección», porque queda claro que con «Sunshine» se ha quitado la espina que le pudiera quedar clavada, al introducir elementos de tipo filosófico dentro de la espectacularidad y brillantez visual que distingue a la saga iniciada por Ridley Scott. En consecuencia, el resultado podría calificarse como un cruce entre cualquiera de las entregas protagonizadas por Si- gourney Weaver y obras tras- cendentes como «2001: Una odisea del espacio», de Stanley Kubrick, o «Solaris», de Andrei Tarkowski.

Bajo la aparente acción superficial de una aventura espacial, el filme «Sunshine» entra en el debate entre la ciencia y la teología al plantear el dilema de una misión humana que pretende alterar el curso de la naturaleza.

En el argumento de la película, el sol se está pagando y, junto a él, la vida del planeta tierra. Sin embargo, los científicos pretenden provocar una gran explosión solar de forma artificial que le devuelva la energía como un reactor de fusión nuclear, negándose a reconocer que el sol tiene un tiempo limitado, que no es infinito. Vendría a ser una prolongación de lo que, en la práctica, ya se está haciendo a fin de cambiar el curso de los meteoritos o asteroides y así impedir su impacto sobre nuestro suelo. Es la misma discusión pero a la inversa de la que provoca el cambio climático, fruto de la intervención del elemento humano y sus emisiones de CO2 a la atmósfera.

El guión, de Alex Garland, recurre a la mitología para bautizar la nave espacial que viaja hacia el sol y, así, se llama Ícaro II. La tripulación está compuesta en su mayoría por científicos repartidos entre distintas especialidades que van desde la biología hasta la astrofísica, pasando por la medicina.

La intriga que protagonizan deriva del fracaso de otra misión previa con la que se perdió la comunicación y cuya nave será encontrada con fatales consecuencias que condicionarán la nueva singladura. El reparto está integrado por rostros no demasiado conocidos, exceptuando al irlandés Cillian Murphy y a la china Michelle Yeoh, con tal de no exceder del presupuesto de diez millones de euros y para que no adquieran un protagonismo por encima de los efectos especiales y del diseño artístico.

La parte más innovadora estuvo en los ensayos previos, los cuales fueron ideados como una especie de reality show para consumo interno; en lugar de llevar a los actores y actrices a un hotel donde se realizara la lectura del guión con mayor comodidad, se les instaló en unos estudios para hacer un experimento de convivencia que les ayudara a conocerse y a compartir un espacio reducido y claustrofóbico.

CIENCIA VS. TEOLOGÍA

El filme de Boyle entra en el debate entre ciencia y teología, al plantear el dilema de una misión humana que pretende alterar el curso de la naturaleza; el sol se está apagando y quieren provocar una gran explosión solar.

Estreno

Dirección: Danny Boyle.

Guión: Alex Garland.

Intérpretes: Cillian Murphy, Michelle Yeoh, Chris Evans, Rose Byrne, Cliff Curtis, Mark Strong, Benedict Wong, Hiroyuki Sanada, Troy Garity.

País: Inglaterra, 2007.

Duración: 107 minutos.

Género: Ciencia-ficción.

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