Marc Lawrence firma una comedia pensada para el lucimiento de Hugh Grant, quien ya exhibió sus habilidades musicales en «Un niño grande», donde cantaba acompañándose tan sólo de una guitarra eléctrica.

Por si quedara alguna duda, los hermanos Weitz volvieron a contar con él para «American Dreamz», que le sirvió para convencer a propios y extraños de su ilimitada capacidad de showman. Con tales precedentes, no tiene mayores problemas para sacar adelante, en compañía de Drew Barrymore, este divertimento que transita por los derroteros más convencionales.

El actor inglés borda la caricatura de los cantantes horteras de los años 80, inspirándose concretamente en Andrew Ridgeley, componente del dúo Wham!, junto al polémico George Michael. El retorno actual a esos sonidos discotequeros del pop electrónico propicia que su personaje sea un artista de vuelta al mundillo musical, con lo que se adivina el patetismo de la situación.

Desentrenado, necesita de una musa para sus pegadizas composiciones y ahí es donde entra en juego la que fuera niña de «E.T.», que interpreta a una empleada suya en la que descubre una asombrosa facilidad para escribir las letras.