Martin Garitano Periodista
No en mi nombre
El lehendakari Juan José Ibarretxe, junto a su Gobierno, han protagonizado un acto de reconocimiento a algunas víctimas del conflicto que todos padecemos y, un paso más allá, ha pedido perdón a esas algunas víctimas por el olvido que, dice, han padecido a lo largo de las últimas cuatro décadas.
Juan José Ibarretxe está en su perfecto derecho, creo, de pedir perdón si siente que en algo ha fallado, ha malobrado o no ha estado a la altura de las circunstancias. Que lo haga en su nombre. No en el mío. Ni en el del conjunto del pueblo vasco, al que no representa como tal.
Cuento, además, con varias razones para no sumar mi voz a ese mea culpa colectivo que quiso oficiar Ibarretxe.
No pediré perdón, por ejemplo, a los allegados de Carrero Blanco, porque no me consta que los allegados de Tachito Somoza recibieran las disculpas de los sandinistas, ni los de Macias se vieron en el trance de perdonar a quienes le ejecutaron en Guinea. Tampoco la nieta de Mussolini -flamante diputada neofascista- ha sido homenajeada por los partisanos que acabaron con la vida del histriónico Benito. ¿Cree Ibarretxe que los barbudos de Fidel hubieran pedido perdón a la viuda de Fulgencio Batista si el tirano hubiera caído a manos del comando que contempló con tristeza cómo se moría de un infarto cuando estaban a punto de darle caza? ¿Y a los de Nuremberg? ¿Han pedido perdón los aliados? ¿Pidió perdón Israel a la viuda de Eichmann? ¿Y, sin ir más lejos, si Joseba Elosegi hubiera acertado a inmolar a Franco en su pira humana? ¿Hubiera pedido perdón el PNV a Carmen Polo? Sinceramente, no lo creo.
Habla en su homenaje Ibarretxe de la soledad que han padecido los familiares de esas algunas víctimas. Tal vez no le falte razón y alguna reflexión debiera merecer ese no reconocimiento social. Tal vez la que no se pueda escribir aún. Y es que, lejos aún de la paz, nos encontramos a mucha distancia de un proceso de reconciliación en el que, no lo olvide, no ha sido la parte más débil la que más violencia ha ejercido contra la más fuerte. No se vaya a creer a pies juntillas lo de David y Goliat. Aquello era una parábola.
Y, para concluir, una pregunta: ¿a cuántos funerales de víctimas del Estado han acudido Ibarretxe o sus predecesores? ¿Los ertzainas que apalearon a los familiares de Lasa y Zabala en el cementerio de Tolosa eran la delegación oficial de Eusko Jaurlaritza?