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La inmortalidad

«La fuente de la vida»

La obra más ambiciosa de Darren Aronofsky es un viaje espacio-temporal a la búsqueda de la fuente de la vida, que finalmente no ha podido rodar como quiso inicialmente hace ya más de seis años.

M. I. | DONOSTIA

Tuvo que ser muy duro para Darren Aronofsky, tras seis largos años de su vida dedicados a tratar de acabar esta accidentada película, enfrentarse a los abucheos recibidos en la Mostra de Venecia. La mayoría de las críticas que he podido leer son como un tirón de orejas, una llamada de atención para bajarle su crecido ego artístico, curiosamente alimentado por los propios críticos. Pero así sucede también en el mundo del cine: los que te destruyen son los mismos que te crearon.

Al fin y al cabo, «La fuente de la vida» habla de las paradojas del propio ser humano, dividido entre la ilusión de la vida efímera y el miedo a la muerte eterna. Espero que su profundo sentido filosófico de las cosas le ayudara a Aronofsky a reponerse de semejante fracaso, aliviado tan sólo por sus seguidores más fieles que, pese a todos los pesares, siguen creyendo ciegamente en este proyecto, que ya empezó su andadura con mal pie. No exagero, porque el naciente culto a «La fuente de la vida» se aparta de la cinefilia y deriva hacia lo estrictamente religioso. No podía ser de otra forma, por haber nacido de un profundo acto de fe en una obra, aparentemente descabellada, de la que todos fueron renegando.

En principio, «The Fountain» era una superproducción de Hollywood con todas las bendiciones de la Warner, que estaba dispuesta a invertir en ella muchos millones, siempre y cuando la protagonizaran Brad Pitt y Cate Blanchett. El actor dejó a todo el equipo colgado en Australia y se marchó a rodar la más comercial «Troya», suficiente para que la actriz también abandonara la nave, provocando la retirada del dinero prometido por parte del estudio. Lejos de rendirse, Aronofsky reescribió el guión y lo adecuó a un presupuesto más ajustado para posibilitar su rodaje, con un gasto final de unos 35 millones de dólares. La cantidad sigue pareciendo alta, teniendo en cuenta que, una vez eliminados los contratos astronómicos de la pareja estelar, el ahorro debería resultar importante.

Sea como fuere, la promoción de la película fue igualmente reorientada con el cambio, ya que de ser inicialmente anunciada como una nueva «2001: Una odisea del espacio» pasó a ser definida, en palabras del propio Aronofsky, de «poema de amor a la muerte». En consecuencia, se entiende que quienes la han visto la comparen más con el cine de Tarkovski que con el de Kubrick, desde un punto de vista metafísico.

Puede que este repentino acceso de religiosidad es lo que haya desconcertado a los que en su día aplaudieron las cábalas matemáticas de «Pi» o la obsesión adictiva de «Réquiem por un sueño». Y es que esta vez, en lugar de acudir a la inspiración de un escéptico tan radical como Hubert Selby Jr., ha preferido ir a las inagotables fuentes teológicas, principalmente a la Biblia. En su búsqueda de rastros del mito del árbol de la vida ha recurrido además a los ritos mayas, motivo por el que el ciclo histórico de la película arranca en el siglo XVI, con el descubrimiento de las culturas precolombinas.

Estreno

Título otiginal: «The Fountain».

Dirección: Darren Aronofsky.

Intérpretes: Hugh Jackman, Rachel Weisz, Ellen Burstyn, Mark Margolis, Stephen McHattie, Sean Patrick Thomas, Donna Murphy, Cliff Curtis.

País: EE.UU., 2006.

Duración: 96 minutos.

Género: Fantástica.

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