Rafa Díez Usabiaga Secretario general de LAB
Deprisa, deprisa, rumbo perdido
La Y, el corredor de Nafarroa y la línea Dax- Irun que pasaría por Lapurdi no forman parte de un proyecto concebido desde y para Euskal Herria
Me dicen el desaparecido, fantasma que nunca está. Me dicen el desaparecido, que cuando viene ya se ha ido», canta Manu Chao y parece que nos lo hiciera sobre el TAV. De hecho, en prácticamente la totalidad de municipios vascos afectados por el Tren de Alta Velocidad ésa va a ser la realidad si no lo evitamos: el tren pasará, pero antes de llegar ya se habrá ido. Ninguna utilidad para esa ciudadanía, ninguna para la abrumadora mayoría de desplazamientos diarios que hoy día se realizan entre eskualdes o entre localidades aún más cercanas y no entre capitales. Desenmascaremos a ese fantasma que no estará porque no parará, que sólo estará para rebajar la calidad de vida de las personas por la contaminación acústica, el impacto paisajístico de gigantescos viaductos, el cierre de caminos y veredas, etcétera.
Lo cantaba Manu Chao pareciendo hacer con años de antelación un guiño al modo en que en el territorio de Araba comenzaron las obras en noviembre. Se trata de un proyecto derrochador energética y económicamente, de una infraestructura devastadora y que en modo alguno se adapta a nuestra peculiar orografía. Hablamos de un trazado y un tipo de tren que no es el que necesitamos para modernizar y adecuar el escaso papel del ferrocarril en Euskal Herria. Pero de nuevo se está tropezando con la misma piedra. Si ya el trazado de la red ferroviaria actual se diseñó desde los estados francés y español sin contar en absoluto con nuestras necesidades y durante décadas se ha invertido insuficientemente, la política de los diferentes gobiernos nos aboca a un modelo en el que no se dotará al servicio público de transporte de las características precisas para adecuarse al territorio vasco y la eficacia necesaria para atender a las verdaderas necesidades de movilidad.
La Y, el corredor de Nafarroa y la línea Dax-Irun, que pasaría por Lapurdi, no forman parte de un proyecto concebido desde y para Euskal Herria. El proyecto de TAV no tiene nada que ver con lo que, si tuviéramos las competencias necesarias, diseñaríamos para atender a las necesidades sociales, realizando una gestión integral, fomentando la intermodalidad y fortaleciendo los modos de transporte social, medioambiental y económicamente más respetuosos, equilibrados y rentables. Para la sociedad, y no para la patronal de la construcción.
Algo falla cuando los gobiernos se apresuran a iniciar las obras de modo clandestino, cuando ocultando información, negando el debate social y la participación ciudadana, pasando por alto la mayoría sindical y social aplican en su peor sentido el ejercicio competencial, reduciendo en un tema de este calado el recomendable consenso social y la atención a los intereses generales al manido «hace cuatro años la gente votó...». Alguien se preguntará por qué tres de cada cuatro personas de las localidades afectadas por la denominada Y están poco o nada informadas, por qué el 35% ni siquiera sabe que pasaría por su municipio, por qué no ha habido cauces de participación. Un reciente estudio de opinión lo deja bien claro: las opiniones contrarias al TAV crecen a medida que aumenta el nivel de información de las personas entrevistadas.
Hemos de transmitir a la sociedad qué es y qué supone el TAV, ese tren que de tan rápido que va parece que vuela. La participación ciudadana y el derecho a decidir, también en temas como éste, se tienen que llevar a la prácti- ca sin esperar a que el nefasto rumbo pergeñado en alguna alta y lejana oficina nos lleve a velocidad de vértigo a la perpetuación de un modelo de transporte y sociedad ajeno a nuestros intereses. Ese rumbo que antes de que nos demos cuenta nos puede hacer perder no sólo tierras agrarias, ecosistemas autóctonos y oportunidades de inversión social, sino también la identidad.
«Volando vengo, volando voy. Deprisa, deprisa, rumbo perdido». Suena la música. Acompasemos el ritmo, exijamos que paren el TAV; antes de que sea tarde, enderecemos el rumbo.