El Gaztetxe de la capital alavesa sopla hoy 19 velas. Lo hace con la misma firmeza y convencimiento con el que fue ocupada aquella vieja casa de la colina de Gasteiz en 1988. Y lo hace con la misma amenaza de derribo que se repite durante los últimos años.

Al desmontar el monumento en homenaje al Ejército que más se fajó hasta la muerte por liberar a Europa del yugo fascista, el Gobierno de Estonia ha echado sal a las cada vez más cicatrizadas heridas del gigante ruso y ha dado una excusa a su minoría en la república báltica para mostrar su malestar social en los incidentes más graves desde que recobró la independencia (un muerto, decenas de heridos y cientos de detenidos). Moscú amenaza con sanciones.

LAB afirmó ayer que el paro de una hora que convocó junto al sindicato de transportistas autónomos Hiru fue secundado en más de 250 empresas, polígonos industriales y concentraciones en Euskal Herria. Más de 18.000 personas se sumaron a ese paro para exigir puestos de trabajo más seguros y saludables. El resto de centrales concentraron a sus delegados sindicales para denunciar, igual que LAB, el incumplimiento de la ley por parte de los empresarios.

Los últimos estudios que la Universidad Tecnológica de Tampere de Finlandia muestran que el número de enfermedades mortales relacionadas con el trabajo (19%), así como las muertes causadas por las sustancias peligrosas (32%), se han incrementado.

El panorama que dibuja Joseba Permach sobre el actual momento no es muy alentador: habla de pérdida de confianza y de que PSOE y PNV no están por la labor de abordar «los nudos gordianos del conflicto». Sin embargo, se muestra confiado en que se pueda conformar «una gran marea humana que lleve a esas formaciones a acordar el necesario marco democrático».