Raimundo Fitero
Abanico
En un lugar donde un ex presidente se dedica a vender piedras a millón y otro a coger cogorzas para decir que él conduce con las copas que le da la gana, no es de extrañar que los partidos mayoritarios compitan en saber quién es el menos demócrata. Es patético escuchar a los chicos y chicas de ZP como si fueran muñecos de Acebes. Todos quieren ponerse a la cabeza impidiendo la presentación de listas electorales. Recuérdese, una vez más, que la famosa Ley de Partidos es algo que propició ZP cuando era un segundón en los telediarios de Urdaci.
Tampoco es de extrañar, por lo tanto, que se utilice la implicación judicial de una tonadillera en blanqueo de dinero y evasión de impuestos, como arma política. Un listillo del PP le recomendaba a la Pantoja, con esa gracia que le ha dado su madre, a inscribirse en las listas de ANV, que así tendría inmunidad. No se trata de un ejercicio intelectual de cinismo, es simplemente un exabrupto más de estos gamberritos y descerebrados que tienen ínfulas de grandes políticos. Y lo anteriormente escrito sirve para demasiados personajes de la vida política de casi todos los partidos que van a sacar réditos electorales convirtiendo a miles de ciudadanos en proscritos. Un acto de ilegalidad aplaudida por demasiados.
Así como la buena folclórica debe saber mover bien la cola y el abanico, el buen profesional de la política actual debe saber usar bien el móvil para leer las frases que debe repetir y tener una buena cobertura. Nada más. La realidad es que el asunto de la Pantoja ha ocupado un tiempo televisivo excesivo, que hay quien dice que se la ha maltratado al detenerla de esas maneras, es decir que no importa que en Marbella se hayan robado miles de millones de euros, no, los políticos de juguete que ahora campan buscando foco, solamente defienden la dignidad del abanico. Y no salen ellos con traje de cola porque a lo mejor les quitarían la tarjeta visa del partido.
Viendo los programas sobre la Pantoja, empiezo a dudar sobre si me gano la vida honradamente. Un delegado en Andalucía de una cadena estuvo a pie de juzgados. No un redactor o becario, no, un alto cargo. Abanícame.