El documentalista argentino Hernán Gaffet se pasa a la ficción con el film «Ciudad en celo», título expresivo que refleja el estado de ánimo de los bonaerenses cuando llega la primavera y se despiertan los instintos dormidos.

Esta comedia tan localista compara a los porteños con el tango, que es el baile que mejor los representa. Es una música melancólica que cuenta con sus momentos de euforia, que se baila en pareja siendo quien guía o lleva las riendas la mujer, más temperamental que el hombre. Por tal motivo, los protagonistas de la película son un grupo de amigos que viven solos, así que olvidan su desparejamiento sentimental reuniéndose habitualmente en un bar para platicar.

El local está imbuido de la personalidad de una cantante de tangos con la que han tenido relación por separado, y, como quiera que el dueño no les permite discutir más de fútbol o de política, no les queda otra que hablar de mujeres.

El otro aspecto que define a estos tipos impares es el de su edad, ya que han entrado en la cuarentena. Las chicas o «minas», como las llaman allá, simbolizan esa juventud que no logran dejar atrás. Un síntoma de inmadurez ligado a los imperecederos recuerdos del Buenos Aires del tango y los bares arrabaleros, bien distintos de los fríos establecimientos que van imponiendo los centros comerciales. Al ilustrar la ciudad nostálgica, que a duras penas sobrevive al signo cambiante de los tiempos, Gaffet retrata de paso a sus hijos predilectos, hechos a la medida de sus rincones más entrañables. Ellos no pierden el placer de la conversación, que sería tanto como renunciar a su signo de identidad cultural. El nombre de Carlos Gardel todavía pesa mucho para quienes tratan de que las tertulias de los viejos cafés no desaparezcan, labor de conservación a la que el cine aporta su dosis de humor costumbrista.