CRíTICA cine
«¿Quién dice que es fácil?"
Mikel INSAUSTI
Desde el plano inicial en que Diego Peretti mira caer la lluvia con cara de circunstancias, sin apiadarse de sus empleados que no tienen nada que hacer en el lavacoches cayendo semejante aguacero, este genial actor cómico protagoniza una serie de secuencias antológicas, las mejores vistas dentro de la comedia reciente.
Otra, muy comentada, es la del tratamiento sexual contra la eyaculación precoz, en la que la increíble actriz de reparto Lidia Catalano, muy metida en su papel de resignada asistenta doméstica, practica al solterón protagonista un ejercicio masturbatorio con los guantes de fregar.
Hay unas cuantas más, pero me quedo con la escena que Peretti comparte con Daniel Rabinovich, miembro del grupo humorístico-musical Les Luthiers. Hay que ver la cara que pone el abogado cuando su cliente se tumba en el sofá del despacho como si se tratara de la consulta de un psicoanalista.
Cito tres pasajes divertidos a simple modo de ejemplo, porque Taratuto es un especialista en crear situaciones curiosas que hacen reír, aunque el tipo de humor que practica tiene un cuerpo dramático y prescinde conscientemente del gag. Utiliza esos aprietos en que coloca a sus personajes para que el espectador conozca mejor sus debilidades, algo que los hace entrañables.
En Argentina dicen que el suyo es un romanticismo inteligente, y de todas las etiquetas posibles no podían haber encontrado otra más adecuada. La disección costumbrista que hace en «¿Quién dice que es fácil?» del enamoramiento llega a resultar incluso demasiado profunda para una comedia, pero es el resultado de un arte basado precisamente en dejar al descubierto la vulnerabilidad de la que hablaba. La relación de la que somos testigos es del todo transparente y muestra a los dos componentes de la pareja tal cual son.
Estimo que Taratuto ha dado un paso adelante con respecto a su previa «No sos vos, soy yo», y no sólo gracias a que Diego Peretti ha crecido como actor, también debido al introspectivo guión de Pablo Solarz, que escribió «Historias mínimas» para Carlos Sorín. Presenta un penetrante estudio de caracteres, que va mucho más allá de los tópicos sobre la guerra de sexos. En realidad, confronta las actitudes opuestas frente a la soledad y la forma en que pueden encajar dentro de la convivencia, lo que no siempre se da. Peretti representa el lado conservador a ultranza, refugiado en un universo cerrado de normas y códigos de seguridad, aunque en el fondo no es más que un niño asustado y maniático, que no está preparado para compartir su vida de un modo adulto.
Carolina Peleritti encarna a la mujer aparentemente liberada que simboliza justo lo opuesto, si bien la suya es una huida hacia adelante sin establecerse en ningún lugar ni admitir compromisos con nadie, seguramente por miedo a verse a sí misma detenida frente al espejo.
La idea o la simple perspectiva de una estabilidad emocional supone para ambos una experiencia nueva, consistente en ceder algo de terreno propio para que tenga cabida la otra persona. Taratuto resuelve el dilema con el máximo de expresividad mediante la imagen a doble pantalla, simultaneando la acción en que, armados con sendas mazas, cada uno golpea el tabique de separación desde sus respectivos apartamentos para crear una zona común y un único ambiente. Aún así, las que se abren de par en par son las puertas de la mente, hecho que en el caso del protagonista viene a coincidir con un descubrimiento que le demuestra que tenía a su padre demasiado idealizado desde la niñez.
Título original:
«¿Quién dice que es fácil?».
Dirección: Juan Taratuto.
Guión: Pablo Solarz, Juan Taratuto y Diego Peretti.
Productores:
Hernán Musaluppi, Natacha Cervi, Luis Sartor y Juan Riva de Aldama.
Fotografía: Marcelo Laccarino.
Música: Lucio Godoy.
Intérpretes:
Diego Peretti, Carolina Paleritti, Daniel Rabinovich, Lidia Catalano, Andrés Pazos, Eugenia Tobal, Laura Pamplona, Guillermo Toledo, Carlos Portaluppi, Mónica Galán.
País: Argentina.
Género: Comedia romántica.
Duración: 91 minutos.