CALENTANDO BANQUILLO
Un anzuelo con olor a gasolina
Imanol INTZIARTE
Nada escapa a la campaña electoral. Las personas aficionadas al deporte -en su versión «practicar» y en su versión «ver»- conformamos un muy apetitoso caladero de votos. La clase política considera, además, que somos seres abducidos por un balón o por unas ruedas. Sospecho, y es lo que más me enerva -por no decir un taco-, que en muchos casos tienen razón.
La última prueba de ello la hemos tenido lejos de nuestras fronteras. Pero no tan lejos como para que al final no afecte a nuestros bolsillos. Ya verán cómo sí, vía cupo, aunque no nos enteraremos.
Se trata, aunque ya lo habrán adivinado, de las famosas carreras de Fórmula Uno que se celebrarán en Valencia si gana las elecciones determinado partido. Las siglas dan igual, que tanto monta monta tanto.
¿De verdad se creen los candidatos y candidatas que alguien va a basar su decisión electoral en la posibilidad de tener o no en sus ciudad unas carreras de coches? Sí, lo creen. Yo también lo creo.
Ya me imagino la conversación:
- «Voy a votar a Zutanito porque con él podremos ver a Fernando Alonso y a Raikkonen».
- «Pero si con la hipoteca y el curro de mierda que tienes no te llega ni para comprarte la visera de Ferrari. Si has pedido cita al médico y te la han dado para dentro de seis meses».
- «Es verdad, pero podré ver a Fernando Alonso y a Raikkonen en mi ciudad... por la tele».
Esas cosas también pasan por aquí. Nos pro- meten estadios, grandes instalaciones, puertos deportivos... Todo eso está muy bien, no digo que no haya que hacerlas o que no sean necesarias. Pero no se olviden de que las cuentas públicas son como las de casa. Si pongo en un lado, tengo que quitar de otro.