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Helen Groome Geógrafa

Confesiones y plegarias

Oh padre, escucha la confesión de esta pecadora. Pensamientos impuros pululan en mi mente. Sospechas abominables acechan mi corazón. ¡Interceda por mí para la salvación de mi alma!

Oh padre, esta pobre pecadora, una entre tantas que arrastramos nuestras vidas por la faz de esta Tierra, libera sueños desde el enredo de su mente, sueños que tuercen la realidad que le envuelve durante el día.

Oh padre, soñé que me fue otorgada la facultad de escrutar el corazón de todas las personas, aquellas que dicen en voz alta que son contrarias a la violencia y que exigen a los demás que lo digan, y en mi sueño una mano me llevó a escrutar también el corazón de todos aquellos que no expresan en voz alta su opinión sobre la violencia.

Oh padre, la confusión reina ahora en mi alma. En el corazón de algunas personas que dicen estar en contra de la violencia no veía yo más que odio, oscuridad y ánimo de dañar, incitaciones a la violencia y regocijo en penas ajenas. Oh padre, ¿no son estos elementos que manchan el pacifismo de las palabras habladas? ¿No son indicaciones de falsedad y mentira, que manchan la honradez de la persona que habla?

Oh padre, los caminos de mi sueño me llevaron aún más lejos y necesito de tu ayuda para resolver los enigmas que allí vislumbré y que ahora me atormentan. Veía que tanto las personas que se dicen contra la violencia como las personas que no se pronuncian, todas sin excepción pueden pensar contrariamente a sus palabras o a lo que atribuye a su silencio. ¡Que se tenga piedad de mí! ¿A dónde me llevan mis atormentadas visiones? ¿Qué valor tienen unas palabras cuando nuestras almas nos traicionan? Necesito del bálsamo de sus palabras reconfortantes, que me guíe hacía la comprensión de mis sueños.

Oh padre, mi confusión, mis tribulaciones y mis pecados me exponen a la perdición total. Sálvame de sueños en que hay personas que hablan y hablan de la violencia solamente para esconder oscuras ambiciones y deseos mundanos, confundir a la inocencia, engañar a la justicia y evitar caminar hacia la paz de la que también dicen hablar. Oh padre, ¿cómo podré yo, ser insignificante ante la grandeza del mundo, distinguir ante estas personas que me rodean entre la verdad y la mentira de la palabra o saber cuándo la palabra no refleja el sentimiento del alma y cuando sí? ¿Cuándo es mi sueño una realidad y cuándo la realidad un mero sueño? Oh padre, socórrame en este suplicio que desgarra mi alma.

Oh padre, mis sueños revelaron muchos miles y cientos de miles de personas que dudan de la palabra hablada, miles de personas que suspiramos por el día en que las palabras de todas las personas vuelvan a ser reflejo real de los sentimientos de sus almas, el momento de gracia en que quizá vislumbramos el inicio del camino hacía la concordia que tantas veces nos ha estado denegada.

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