Desde el movimiento ecologista no ocultan su asombro y enfado porque la patronal de las canteras vizcainas pongan como modelo en la restauración de antiguas explotaciones la de Kastrexana, en Bilbo, de la que recuerdan «cometió en su día todo tipo de anomalías de explotación y medioambientales».

«Esta cantera no sólo no cumplía con la legislación vigente de recuperación sino que cuando se le exigió la redacción de un proyecto de recuperación, pasó de todo y cerró el chiringuito, porque la inversión que tendría que hacer en su momento sería mayor que el beneficio que podría obtener a largo plazo», recuerdan. Estos incumplimientos no sólo se dieron en la cantera de Miguel de la Vía-Ermular, también en la del Peñascal, donde el Ente Vasco de la Energía (EVE) propuso en 2005 la extracción de piedra en galería subterránea, y en Mina Primitiva, donde se asienta ahora la incineradora de Zabalgarbi.

En la recuperación de la primera se lleva «una docena de años», según el vicepresidente de Asecabi, y consiste en el relleno del hueco de la cantera con escombros y otros materiales inertes. Quienes critican esta actuación aventuran que por verter se estará cobrando un canon, «dinero que de ninguna manera ha revertido en la restauración de la cantera mediante la implantación de arbolado en las bermas o terrazas, por ejemplo, o menos aún en suavizar los taludes, demasiado verticales», según los modelos de explotación tendentes a una futura recuperación del entorno.

Los ecologistas parten en su denuncian de que la empresa que explotó durante décadas esta cantera en Kastrexana, Miguel de la Vía, no cumplió con ninguna normativa mínima para que luego la restauración del paraje natural fuera total y no sólo de su hueco principal. «Es más fácil de rellenar y además lucrativo, pues cobrando por tonelada depositada se gana dinero también», les recriminan.

La explotación del frente activo de la cantera de Ermular, por parte de Miguel de la Vía, fue caótico «En algunas de las bermas quedaron desprendimientos que ni siquiera fueron recogidos o adecentados para aminorar el peligro de pasar por ellos. Se fueron -remarcan los denunciantes - con lo puesto y lo dejaron tal y como quedó».

Además, los ecologistas recuerdan que en los años 90 y hasta que cesó la actividad, esta cantera arrojó enormes cantidades de restos de hormigones por la ladera por la que circulaba el agua del canal de Ordunte al depósito de Elejabarri.

Subrayan que después de cesar la actividad en estas tres canteras asentadas en la macizo de Pagasarri -Kastrexana, Peñascal y Mina Primitiva- se podrían haber acometido pequeñas plantaciones para tapar parcialmente las enormes afecciones creadas por estas explotaciones, por parte de las empresas concesionarias o por el Ayuntamiento de Bilbo.

En cuanto a la del Peñascal, a pesar de los reiterados anuncios en periodo electoral, desde el movimiento ecologista no creen que se vaya a acometer su rehabilitación integral, a pesar del «gran impacto visual sobre Bilbao, lo que suele llamar enormente la atención de los extranjeros que visitan la ciudad». Con una mayor inclinación del frente de trabajo, señalan, podría haberse depositado tierra en las bermas y haber colonizado con vegetación la cantera, que perjudicó durante décadas al barrio del Peñascal.

La historia se repite en el caso de la cantera de Mina Primitiva, lugar en el que se asienta la incineradora, donde tampoco se hizo laboreo alguno para recuperar en un futuro la zona.

Los ecologistas acusan a las autoridades municipales de no querer exigir «a los canteros sus responsabilidades, ni invertir dinero público en una mínima rehabilitación. Sólo saben funcionar a base de denuncia pública; o en épocas de promesas preelectorales, o sencillamente cuando hay dinero a ganar de por medio. Son incapaces -censuran- de hacerlo sencillamente porque así debe ser por el bien de toda la comunidad».