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Balance

Una vez más nos encontramos con la realidad de frente. La vida parece ser una huida constante de la sombra que nos persigue. Pero siempre llegamos a un punto de destino en donde en una milésima de segundo se hace balance de lo que fue y ya no será. Al referirse al momento de la muerte se habla de un foco blanco hacia el que caminamos y desde donde se hace un recuento de la vida vivida. En ese trance, me supongo, Eva Forest habrá pasado unos instantes plenos haciendo ese balance ultrasónico, porque su vida ha sido una expresión máxima de la coherencia y la voluntad.

Ha sido muy veloz la enfermedad. Desde los primeros síntomas, a la confirmación del diagnóstico y posterior desenlace apenas ha existido un tiempo para la asimilación. Pero así de tozuda e inoportuna es siempre la muerte. Todos cuantos la conocimos, tenemos motivos para recordarla con admiración. Estuvo hasta el último momento rodeada por los suyos, se supo querida y según cuentan sus allegados manteniendo su optimismo congénito hasta el momento que el obsceno desgarro de la enfermedad se apropió de su cuerpo.

Quisiera apartar de mi la tristeza, me gustaría entender que sus ojos azules, su risa, su vocalización catalana sobrevenida, su gesticulación elegante y taxativa se han convertido en luz. Tengo que empezar a entender que ya no me preguntará nunca más si he recibido el último libro editado por Hiru, que no me comentará con una precisión milimétrica alguna obra, montaje o espectáculo de teatro que acabara de leer o ver, pero sé que la podré recordar, como ahora la recuerdo, como una mujer luchadora, comprometida, profundamente humana y que su voz, como ahora mismo sucede, retumbará por mi cabeza con mensajes siempre sabios, con preguntas siempre tendentes a que la duda se convirtiera en acción. Todo ello me da ánimos para intentar acercarme mínimamente a su manera de ser, una persona que entendió que la vida era para ser compartida buscando cada día una utopía.

No quisiera manchar estas líneas con ningún reproche, pero parece claro que los medios de comunicación, hasta el momento, no han estado a la altura de su legado intelectual, personal y político.

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