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Notas de homenaje a Eva Forest

Son muchas las personas que han compartido parte de su vida con Eva Forest. Y muchas de ellas quieren dejar constancia de sus recuerdos, de su homenaje y de su cariño. En esta página recogemos algunos de esos testimonios.

 

 Desinteresada y solidaria

Jon Odriozola y Maite Aristegi

Hay momentos en que a uno le gustaría creer en reencarnaciones, la transmigración de las almas, el karma y otras metempsicosis. Pero no. Sólo creo en la memoria, el recuerdo y que lo único que no hay es el olvido, que esto es la inmortalidad. Y, sobre todo, la huella cósmica que dejan los seres humanos más desinteresados y solidarios del planeta. Como es el caso de Eva Forest.

En junio hará uno que fuimos Paco, Eva Alonso -dos «rojazos»-, Eva Forest y yo a un homenaje a un preso político del PCE® -Crespo Galende- en el 25 aniversario de su muerte en huelga de hambre. Cualquiera de su renombre no iría a ese acto. Sobre todo teniendo en cuenta que el partido al que pertenecía Kepa se le considera poco menos que compuesto por «iluminados mesiánicos» que es como llama el enemigo de clase a los comunistas incorregibles. Habló. Y cómo. Se puso conten- tísima al ver allí, en Las Karreras, a Celsa Barcia, compañera suya en Yeserías. Luego, de vuelta, no paró de reírse mientras le contaba chascarrillos y cuitas. Porque esta mujer, a la que nunca vimos con faldas pero sí cogiendo el volante a lo loco, que ha pasado lo suyo y te lo cuenta con una lucidez impresionante, ha reído muchísimo. Como los beti gazte.

No olvidaré jamás cuando en 1983, cumpliéndose el décimo aniversario de la subida a los cielos de Carrero Blanco, me acerqué a Hondarribia para hacerle una entrevista para una revista («Area Crítica») que hoy llamaríamos «marginal», que no al margen, y que, algo le verían, acabó cerrando la Policía en medio del más absoluto silencio de los grandes defensores de la libertad de expresión. La llamaron de todas partes. No concedió una entrevista a nadie. Ni siquiera a «El País», que daría más empaque y trascendencia a la cosa. No se fiaba de ningún medio: «seguro que dis- torsionarán lo que diga -decía-. Lo enfocarán como algo ya pasado, como historia o prehistoria remota sin relación con el presente». La revista fue la excepción privilegiada. Un honor.

Vayan humildes condolencias a la familia, amigos y allegados y un entrañable abrazo a Alfonso, otro «incorregible» a quien debo una copa de coñá.

 Una gran mujer

Aritz Garate Profesor y periodista

Me he enterado de tu triste despedida. Ya no estarás en navidades ni en Durango en esos pequeños ratos que he tenido el lujo de compartir contigo. Muchos hablarán de ti estos días, pues en muchos has dejado huella; es lógico, aunque suene a tópico fuiste una gran mujer. Personalmente me quedo con tu sensibilidad y con tus ganas de aprender de los demás. Aun siendo alguien que podía enseñar mucho y hablar durante horas mientras los demás escuchábamos, siempre conseguías que fuéramos los demás los que te contáramos las cosas. Eras como una esponja, dispuesta a conocer y a aprender en todo momento. Siempre recibías con una sonrisa a la gente que se te acercaba, solidaria, activa y comprometida... qué diré yo que los que te conocieron no sepan. Trasmitías a tus libros esos mis- mos sentimientos y en ellos has dejado una parte de ti, en ellos vives y seguirás viva. A través de tus libros otras generaciones podrán conocerte, nadie mejor que ellos para describir tu vida. No quiero despedirme sin mandar un abrazo a toda tu familia, Alfonso, Eva, Pablo... muy especialmente a Juanito, Marilena, Larrun y Tamara. Sé que son momentos difíciles y que en mis palabras no encontraréis consuelo. Sólo os mando un abrazo y todo mi cariño.


 Desde el sur de Madrid

 Manuel Espinar Getafe

Era el año 69. En torno a una mesa camilla de tu casa, en el madrileño barrio de La Concepción, leías «El Capital» a un pequeño grupo de jóvenes. Nos hablabas de la explotación capitalista, pero también de las luchas de resistencia. De la victoriosa revolución cubana, y de la resistencia del pueblo vietnamita. Eran tiempos de ilusión revolucionaria.

Las últimas horas que pasé junto a ti en el hospital hiciste un repaso de todas aquellas experiencias. De la guerra de Irak, de los días que viajamos en las brigadas de solidaridad y paseamos por Bagdad, con la esperanza de que la movilización mundial impidiese el asalto final. También te preguntabas si tantos sacrificios no iban a servir para nada. Pero tú misma te dabas la respuesta, y hablabas de la revolución venezolana y cómo la sangre derramada durante siglos estaba dando sus frutos. Recobrabas la ilusión para llevar adelante tus proyectos, como el de pasar tu último libro a máquina, así como los testimonios sobre la revolución cubana que te parecía importante publicar hoy.

En un momento tan difícil para ti, del que tú eras consciente, te salían fuerzas para continuar luchando, para seguir soñando en un mundo más justo y solidario. Así ha sido tu vida, una lucha permanente y siempre superando todas las dificultades que vuestro compromiso os ha aportado a ti y a Alfonso.

Tú nos enseñaste a odiar al imperialismo y a luchar contra él. El valor de la solidaridad. Estar sin condiciones con los que luchan, aunque el compromiso conlleve riesgos. Contigo comprendí la lucha del pueblo vasco y que sólo merece la pena vivir si se hace con dignidad.

Eva, gracias por todo lo que nos has dado y enseñado. Siempre estarás en nuestro corazón y en nuestra memoria..


 Agur eta ohore

 Alizia Stürtze Historiadora

Seguro que te ha pillado la muerte a destiempo. No porque durante tu vida militante no hayas puesto en riesgo tu vida, ni porque no hayas llegado a desear la muerte para acabar con las torturas en comisaría; ni porque hayas pretendido ignorar que la muerte es parte de la vida, como hace nuestra hedonista sociedad occidental... Seguro que te ha pillado a destiempo porque a las personas creativas, solidarias, generosas e internacionalistas como tú; a las personas que viven pensando que la revolución hay que construirla día a día con amor y combate; a las personas que tuvieron la valentía de disentir de ese corrupto proceso político conocido como «transición»; a las personas que aman la cultura, el pensamiento y el debate, y aborrecen del pensamiento dócil actual, de la pasividad y consentimiento de la gente; a las personas que tienen la valentía de mirar al capitalismo y al imperialismo de frente y de denunciarlos de modo inteligente aunque para ello, como en el caso de la imperialista guerra contra Yugoslavia, haya que enfrentarse al pensamiento «políticamente correcto»; a las personas que dedican parte de la vida a analizar y combatir la utilización de la tortura en las estructuras «democráticas» como arma imprescindible, tolerada y consentida (que no ex- cepcional) contra los movimientos populares; a las personas internacionalistas como tú o tu compañero Alfonso o vuestro gran amigo José Bergamín o otros muchos «españolistas», que supisteis comprender y denunciar (y padecer por ello) que la lucha/repre- sión/demonización de Euskal Herria es paradigma de la lucha/represión/demonización de los pueblos oprimidos del mundo y que Euskal Herria es un laboratorio de técnicas represivas contra todo movimiento de liberación; a las personas que saben generar conciencia y ampliar horizontes con un hermoso, combativo e imprescindible proyecto editorial como es el de Hiru... A esas personas les ocurre que no tienen tiempo de morirse, porque les queda una larguísima lista de cosas por hacer. Les llega la hora y les pilla con una agenda repleta de proyectos.

Pero por eso esas personas nunca mueren. Porque mueren viviendo.

Es cierto que en la histórica lucha de los pueblos y las clases contra el poder nadie es imprescindible. Pero algunos son menos prescindibles que otros. Y ése es tu caso. Los luchadores de Euskal Herria y de otros pueblos echaremos de menos tu hermoso verbo combativo, tu pensamiento inteligente, experimentado y resistente. Pero descansa tranquila. Porque los pueblos de larga tradición luchadora sabemos escuchar y aprender. Y lo que hemos aprendido de ti, te aseguro, no caerá en saco roto


 «¡Die Zeit ist um!»

 Mikel Arizaleta Traductor

No entendí. No comprendí del todo el telefonazo de Eva en abril urgiéndome, con su voz blanca, la traducción del librito de Peter Handke «Spuren der Verirrten» (Huellas de los extraviados). Ya entonces me habló de un tumor, pero sin drama aparente. Cuando se lo envié en mayo, ya traducido, era tarde. Su hija Evita me dijo con voz apenada que Eva se estaba muriendo. Y Eva ha fallecido de muerte corta tras una vida larga. Sólo me cabe un beso agradecido de primavera y llanto. «Y yo me iré. Y se quedará mi huerto, con su verde árbol, y con su pozo blanco. Todas las tardes, el cielo será azul y plácido; y tocarán, como esta tarde están tocando, las campanas del campanario».

Spuren der Verirrten es «una especie de pequeño teatro del mundo. La acción se desarrolla con desatino solemne e `ironía tierna' en el escenario de un espíritu solitario. El espectador es narrador, actor esporádico y director de una obra, que no encaja en ninguna representación de género». Y también el espectador es quien conduce de nuevo a los extraviados a su camino y quien tras el supuesto éxodo, tras el fin del tiempo, despierta la esperanza de un nuevo orden cronológico -el tiempo de juego (o el tiempo narrativo)- cuando él, en el momento en que la conversación se atasca, se inmiscuye en el hecho escénico y apela a los personajes a seguir jugando: Y por favor siempre en referencia a mí, que os contempla. ¿No podría cada uno de vosotros contar historias de cómo ha cambiado la tortilla, y no siempre para mal, para que así actuara él como espectador, fuera activo como observador?

Sheherazade, la esposa del sultán Schahriar en el cuento de las Mil y una noches, tiene los días contados, Peter Handke dirá que su: Zeit ist um. Pero por su saber contar historias se le concede en su vida una larga prórroga. Y su vida se vuelve fecunda. Son muchos los torturados y torturadas del mundo que en su vida de oprobio y desánimo conocieron a Eva, a Eva Forest. Y aquel día encontraron la salvación y el ánimo. Eva les relató una historia de vida y en ellos surgió y prendió de nuevo la esperanza. «...Y un día, compañera, volveremos triunfantes al espacio habitado que jamás era nuestro». Un beso cálido.


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