CRíTICA teatro
La vida sigue
Carlos GIL
Una cerca de espinas separa al público de un espacio escénico convertido en una suerte de páramo con acumulación de objetos. Un espacio sonoro impactante pero, en ocasiones, demasiado demoledor por su volumen, junto a un iluminación muy activa en su empeño por señalar los estados de alucinación sirven para que estos dos seres emprendan sus acciones llenas de lógica, mostrando con su trabajo de clowns, el disparate que es cualquier frente de batalla.
Incursos en la guerra intentan interpretarla o sobrevivirla a base de aplicar su lógica. La música a base de percusión con tiestos es un momento cumbre, pero el resto es un trabajo elaborado de relaciones actorales, de payasos, de concienciación y de expresión de un punto de vista. Al final todo el escenario se transforma en un gran cementerio repleto de cruces blancas, pero entre ellas aparecen ellos dos con un carrito de niño, y se escucha un llanto, y unas risas. La vida sigue. Un mensaje realista para culminar un espléndido trabajo, que posiblemente necesite unos ajustes de ritmo y de control de duración de algunas escenas, pero en donde la risa no oculta el compromiso.
Obra: Alarm.
Idea, concepción e interpretación: Alain Vigneau, Armando Bonet.
Dirección: Alain Vigneau.
Producción: La Stravagante.
Lugar y fecha: Lonbo Aretoa, Arrigorriaga, 19.05.07.