Juan Luis Moraza repercute en la galería Trayecto con badajos viscerales
«Repercusiones» es el título que da el artista alavés Juan Luis Moraza a las obras que exhibe en Trayecto Galería. Unas vísceras metálicas que cuelgan de la pared proponen al espectador un juego de tacto y sonido.
Josune VELEZ DE MENDIZABAL | GASTEIZ
«Si no lo tocas te pierdes la mitad de la exposición», asegura Juan Luis Moraza. Una veintena de auténticas campanas es lo que recoge el espacio Trayecto bajo el título «Repercusiones».
Este artista alavés asegura que es en el tacto donde se siente de una manera más intensa la repercusión de las cosas. «Desde la caricia al puñetazo, nada se queda inerte a través del tacto. Todo cambia cuando es tocado», resalta. Es por eso que invita al espectador a que juegue con las vísceras que cuelgan de la pared. «Cada una tiene un sonido diferente», asegura.
El propio título ya es un juego de palabras, según descifra el propio autor: «Se refiere tanto a las causas que conducen a efectos como a un espacio donde se abre el campo de la resonancia». Moraza cita a Rimbau: «Un poema no se hace con intenciones sino con palabras». Por lo que ante la pregunta de la reflexión que busca con su obra, Moraza no tiene respuesta. «Si alguien me pregunta sobre los objetivos yo no le puedo responder. Se trata mas bien de un tipo de acontecimientos. Así que lo que hago yo es poner ciertas fichas en un tablero de juego y ver como se desarrollan», insiste.
Calaveras, corazones, narices o cascos militares de metal cuelgan del techo de la galería. Moraza reconoce que en sus obras hay reminiscencias de trabajos anteriores. «Dediqué una exposición entera a narices de payaso en 1998. En nuestra cultura la nariz cuenta con muchas referencias. Es lo primero que crece en un feto, también tiene resonancias fálicas y la de payaso puede ejercer como una máscara», explica. También un casco militar que tiene un corazón como badajo invita al espectador a la reflexión.
Quizás sorprendan los cartabone y reglas que se entremezclan con el bronce. «Medir es morir un poco -dice Moraza trayendo a la mente las palabras de un alumno, y ríe-. Son marcas simbólicas. Estas reglas aparecen torcidas pero quizás no sean ellas las que estén torcidas y sea el propio espacio el que se retuerza, y, éstas queden atrapadas en el tiempo».
Toda una reflexión en torno al cuerpo humano. Cabe recordar que es una muestra sonora. Tóquenla y repercutan.
«Desde la caricia al puñetazo, nada queda inerte a través del tacto. Todo cambia cuando es tocado», afirma Juan Luis Moraza. Por eso invita al espectador a que juegue con las vísceras que cuelgan en la pared.