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Maite SOROA

Ahora hablan de «falso victimismo»

La dureza del rostro de algunos es proporcional a la falta de argumentos con los que sostener su posición. Así, el pucherazo electoral que estamos viviendo en directo no tiene más elementos que las protestas -pacíficas, hay que re- cordarlo- de quienes se han visto expulsados de la contienda.

Ejemplo de ello es el editorial de ayer en «Deia»: «más allá de las distintas iniciativas adoptadas por el Gobierno español y los jueces de esas salas que entienden del caso vasco, basadas muchas de ellas más en la exclusión que en el espíritu de participación, no se puede entender el juego político cuando éste se sustenta en la intimidación, en el ataque físico al candidato y en la falta absoluta de respeto a lo que piensa el contrario (...) lo que no se puede hacer es pedir presencia en las elecciones arreando mamporros al resto de los candidatos». Habría que recordarle que la mayoría de los mamporros se los llevan siempre los mismos. Y que lo que los reparten son los policías a quienes han encargado el mantenimiento del apartheid. ¿O no?

Pero si les parece poco, el editorial de «El Diario Vasco» se lo pondrá más claro: «el doble juego al que se han entregado los boicoteadores abertzales, muchos de ellos claramente identificados como responsables de la ilegalizada Batasuna, refleja un desprecio a las normas de convivencia democrática». ¡Vaya con la convivencia democrática!

Le duele la firme determinación en hacer patente la protesta: «su obstinación se hace mas irritante, si cabe, en tanto se presenta como una reivindicación de la misma democracia y la limpieza electoral en un doble juego de falso victimismo y uso de la intimidación, absolutamente incompatibles con la libertad y las reglas del libre juego de una democracia plural». Lo del «falso victimismo» es como para mondarse de risa.

Y es que no para de escribir dislates: «Sus críticas a la legalidad de los próximos comicios mientras se acosa y golpea al adversario político es en sí mismo un ejercicio de totalitarismo protagonizado por quienes han disfrutado de todas las garantías y protección de la Justicia y el Estado de Derecho a la hora de presentar sus candidaturas y ha visto admitidas buena parte de ellas pese a las dudas razonables sobre su actitud respecto a la violencia». Con esas «garantías» fusilarían al santo Job. Seguro.

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