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Jon Odriozola Periodista

Una de «fúmbol»

Empiezo a encontrar estomagante la musicalidad wagneriana que adorna las previas televisivas a los partidos de la Liga de Champiñones o la española. La épica de Wagner es grandiosa y no tuvo culpa de que su música gustara a los jerarcas nazis que, además, le presuponían antisemita. Wagner tuvo problemas económicos con prestamistas judíos, pero eso no le convirtió en un antijudío. Debo esta información a Pablo Sorozabal Serrano.

Como sea que uno va cumpliendo tacos, ya no se aspira a ser un mediano escritor y es por eso que escribe de sí mismo y en primera persona (como el malísimo escritor Javier Marías, p. ej.), y perdón por el pleonasmo (porque se dice «perdón por» y no «valga la redundancia»: modestia, señores).

De chaval -iba a decir de adolescente, pero siempre me sonó a jerga psiquiátrica-, no es que ya jugara divinamente al fútbol, que el sexo, el alcohol y la «política» malograron (he aquí otro ejemplo de modestia; habrá más), sino que iba con la cuadrilla todos los domingos a Lasesarre a comulgar y animar al Barakaldo (cuando jugaba Sarabia, Dani, Escalza...). Después, lo típico, tomar un «katxarro» y ver de ligar algo. La verdad es que sentíamos los colores pero nunca nos pusimos enfermos o de mala ostia. Confieso, sin embargo, que estoy sufriendo muchísimo con la singladura del Atlhetic y la posibilidad de que pueda bajar -el único equipo con «once españoles», que diría Luis María Ansón- al pozo de la segunda división. Me autopsicoanalizo y me pregunto por qué me fustigo, pero la evidencia me vence: me pasa eso. Para darles otra prueba más, aparte de prometida, de mi proverbial modestia, diré esto, agárrense: como preclaro intelectual que soy, faro y proel, debería «pasar» de algo tan prosaico y plebeyo como el fúmbol (Villar diría fúrbol) que es propio del vulgo y un narcótico de las masas, un opio del pueblo como en la época del circo romano y tal. Pero debe de ser que no soy un intelectual a la violeta tipo Savater (que gusta del elitista derby de Epsom): me sigue gustando el aceitoso fútbol (ahora con `t') hasta el pringue.

Lo que ya me jode -estomaga, decía arriba del todo- son los epinicios pindáricos cromatizados como gestas líricas y épicas cuando gana no importa qué equipo. Huele a Marinetti fascista (aunque ni sabrán quién era Marinetti). También a complejo de inferioridad (diría Octavio Paz). Sin olvidar un patrioterismo barato de tres centavos (en el Liverpool jugaban ¡cuatro españoles! Además del entrenador que ahora le llaman «técnico»). Y, lo que es peor, me temo que siguen usando el fúmbol como una droga, un soma, para alienar y adormecer al personal, aunque ya sé que no es para tanto. Sólo que ahora le ponen música y pretenden que se nos ponga la piel de gallina. Y cacareemos.

En fin, yo me quedo con la belleza, o sea, con Romario. Y con la selección de Euskadi, que me emociona, pero no cacareo.

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