Varios meses después de haber pre-matriculado a nuestros hijos para comenzar el próximo curso la Enseñanza Secundaria Obligatoria en el Instituto Unamuno, la directora nos convoca a los padres y madres y nos lee una carta del delegado de Educación que dice que ha decidido que nuestros hijos comenzarán el curso y recibirán los tres primeros meses la enseñanza en el Instituto de Zorroza, debido a unas obras que se van a realizar en Unamuno.

¿Es razonable que de todos los grupos del centro, que incluyen hasta alumnos de bachiller de 16 o 17 años, se pretenda mover a los más pequeños, de 11 y 12 años? ¿Justo a los que menor autonomía personal tienen y que tendrían que adaptarse en su primer curso de ESO a dos nuevos centros, primero a Zorroza y luego a Unamuno? ¿Es aceptable que criterios de conveniencia personal u organizativa de sectores del profesorado, dirección y alumnos de cursos altos, -que se pueden resumir en «que me afecte lo mínimo a mí»-, pasen por encima de la protección de los más débiles del centro?

Nos sorprende la pésima planificación de las obras de Unamuno, cuando hay numerosos ejemplos de buen hacer del Departamento de Educación. En el Instituto Bertendona se están hacien- do obras y no se ha sacado a nadie del centro; han modificado horarios y protegido a los más pequeños de la ESO, que son el único colectivo que no tendrá ningún cambio de horarios durante las obras. Obras similares se han realizado ya en el edificio colindante de la Escuela de Empresariales, idéntico en su construcción al Instituto Unamuno, con una buena planificación y ejecución, de manera gradual en distintos cursos, sin que hayan afectado a los alumnos.

Por todo ello, exigimos que el Departamento de Educación tome las medidas necesarias para que nuestros hijos e hijas comiencen el curso en el centro público que les corresponde: el Instituto Unamuno.