ana basaldua, josu barandika
A Eva... Evo y a todos los que hacéis historia
Eva, lo primero que nos viene a la memoria estos días es un recuerdo simpático. Cuando nos visitasteis tú y Alfonso aquí, estábamos acampados junto al ruinoso caserío que estábamos arreglando y nos dijiste muy seria: «cuidado con lo que hacéis, estáis despertando y molestando a los espíritus que han estado aquí ocultos durante años y se van a enfadar». Te equivocaste, Eva. Siguen aquí y parecen tranquilos y contentos y nosotros con ellos y vienen las familiares golondrinas...
Más de una vez, Eva, hemos pensado estos días en mandarte nuestro saludo y no sabíamos cómo hacerlo. Me impresionaba, y lo he comentado, cómo es posible que cientos de personas nos sintamos tus amigas, seguro que todas en nuestro interior no tenemos el pensamiento de «he conocido a Eva», sino de «he sido amiga de Eva». Y esto creo que es algo único. No sé cómo lo has logrado, pero lo has logrado, tal vez con tu estilo de vida, tu cercanía, tu generosidad, tu gran humanidad de mujer y... más cosas.
Y lo volví a sentir el sábado en Hendaia, junto a una parte de tus muchos amigos, echando flores al mar tras de ti, mientras la pequeña embarcación con la ikurriña iba esparciendo tus cenizas por la mar. Y pensaba que nos saludarás en nuestros baños en la playa (lo tendré en cuenta) en medio de un mar tranquilo. Y te veía también entre la espuma furiosa de algún tsunami, arrasando el turismo salvaje, el turismo sexual, la explotación de tanto país pobre invadido por la cultura occidental neoliberal, tu enemiga, ella.
También quiero incluir en mi agur a ese Manolo, madrileño, al que después de oírle, despido con pena, porque no le veo como a ti, inmersa en un mar lleno de vida y movimiento, sino como una verde isla en un Madrid, donde no sólo reinan los borbones, sino la mentira, donde la democracia es sólo una mueca macabra y el socialismo una burda falsificación. Pero seguro que no serás un Robinson y que rodeado de buenos camaradas como tú y luchando como siempre, lograréis encontrar ese tesoro escondido que dejaron allí enterrado los años de la República. ¡Ojalá!