El Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero pierde gas. El 14-M de 2003 logró una movilización excepcional del electorado que le llevó en volandas a la Moncloa con el apoyo de 11.026.163 votantes y una diferencia de 1.263.019 papeletas sobre el PP. En apenas tres meses llegaron las elecciones europeas y, en medio de una enorme abstención, la distancia entre el PSOE y el PP se redujo a 347.920 votos. Pero Zapatero seguía siendo el vencedor. Este domingo se invirtió la tendencia. El PP sumó más apoyos que el PSOE. No fueron muchos -apenas 155.991- pero el dato debe ser tenido en cuenta.

A la vista de que el Partido Popular lleva más de un año haciendo campaña en contra del Ejecutivo con elementos emocionalmente tan sensibles como los referidos a la estrategia ante ETA -lo que incluye la utilización de sus víctimas- o la supuesta ruptura de España, podría decirse que el PSOE ha aguantado el tirón. De ello se puede deducir que o el PP no tiene en esta materia tanta credibilidad como ha temido el Gobierno, o la opinión pública española está en buena medida dispuesta a asumir ciertos costes a cambio de la paz. Hay que recordar que aunque el Ejecutivo de Zapatero no ha hecho apenas ningún movimiento, las decisiones que ha tomado, por nimias e inocuas que fueran, han sido magnificadas hasta el paroxismo por la derecha política y mediática.

Es decir, el PSOE se mantiene «al tran tran» mientras persiste una situación de alto el fuego que convive con un proceso que hoy por hoy se encuentra colapsado. Una convivencia que, a juzgar por la experiencia, es improbable que sea eterna. Si la ruptura se consumara, se abriría un periodo muy incierto en la política española.

Por lo tanto, si Zapatero quiere revertir la tendencia que anuncian las municipales y continuar en la Moncloa a partir de 2008, sería conveniente que retomara la iniciativa política. Probablemente podría hacerlo con distintas fórmulas. Pero la que más garantías le ofrece, tanto porque conduce a la solución de un problema histórico del Estado español, como porque le daría importantes réditos electorales, es la de tomarse de una vez por todas en serio el proceso de paz en Euskal Herria.

En cualquier caso, el Gobierno español debería replantearse su estrategia hacia la izquierda abertzale, que lejos de ir hundiéndose, como le auguraban desde el PNV, se ha visto reforzada en las urnas. Además, puestos a hacer cálculos electorales, en la Moncloa debieran tener en cuenta que el independentismo vasco ya no tiene ningún tipo de urgencia en este terreno. Quien se la va a jugar en las próximas elecciones a Cortes no es precisamente la izquierda abertzale, cuya próxima cita electoral importante al sur del Bidasoa no le llegará hasta las autonómicas de la CAV en primavera de 2009.

Por cierto, si por curiosidad alguien quiere saber cuál sería la extrapolación de los resultados del domingo al Parlamento de Gasteiz, comprobará que el PNV obtendría 22 escaños (los mismos que ahora); el PSE, 19 (+1); el PP, 13 (-2); ANV, 12 (3 más que EHAK); IU-Aralar, 5 (+1); y EA, 4 (-3). Como puede verse, la mayor subida corresponde a la izquierda independentista y la única opción de gobierno abertzale pasaría por contar con ella.

En estas condiciones, para tratar de hacer que el proceso avance es más útil retomar la comunicación con la izquierda abertzale y buscar compromisos sólidos que permitan superar la actual situación, que tratar de situarla entre la espada y la pared, como se ha venido haciendo últimamente.

Desde el punto de vista de la búsqueda de la resolución del conflicto en Euskal Herria, la continuidad del PSOE en el Gobierno español sólo es una necesidad si realmente se compromete a fondo en ese camino. Para marear la perdiz, seguir aplicando el «Pacto Antiterrorista» en forma de ilegalizaciones, mantener fórmulas represivas que tienen la tortura entre sus pilares y querer volver a los tiempos del Pacto de Ajuria Enea, poco importa quién sea el inquilino de la Moncloa.

A nadie le cabe la menor duda de que el talante de Zapatero es más afable que el de Aznar, pero en el avance hacia la resolución del conflicto su cuenta de resultados es la misma: cero. La única diferencia es que el actual presidente español todavía tiene la posibilidad de enderezar su rumbo.

No sería sensato que nadie pretendiera ahora ganarse esa oportunidad sin compromisos ciertos de hincarle el diente al núcleo del problema. Será difícil que la izquierda abertzale se deje impresionar sólo con agitar ante ella el fantasma del «que viene la derecha». Como recordaba el editorial de este diario ayer mismo, el independentismo vasco ha sobrevivido ya al franquismo y sus estados de excepción, a la UCD y toda su represión, al PSOE de los GAL y Argel, y al PP del «a por ellos». Y, sin duda, sobrevivirá también a este PSOE del palo y la zanahoria, el de las buenas palabras y la aplicación del «Pacto Antiterrorista» envuelto en celofán rosa.

Por lo tanto, un análisis sosegado de lo ocurrido en torno a este conflicto en los dos últimos años indica que sería mejor para todos, para las partes más directamente implicadas y también para Euskal Herria y el Estado español, que se aparcara la táctica de los pulsos, de llevar las situaciones al borde del abismo, y se sustituyera por la mutua colaboración, por actitudes que favorecieran los movimientos del adversario.

La ciudadanía habló el pasado domingo y los resultados no concuerdan con los cálculos que habían hecho en la Moncloa y en Sabin Etxea. No es la primera vez que les ocurre. Parece más lógico que cambien de metodología para adecuarla más a la realidad, que el empeñarse en ignorar la realidad para que les cuadren sus cuentas.