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Antton Morcillo Licenciado en Historia

¿Y ahora qué?

Antton Morcillo resume las conclusiones que en su opinión pueden extraerse de los resultados de las elecciones del pasado domingo: ha ganado el proceso de solución política al conflicto; el PNV ha pagado el haberse despegado demasiado pronto de la solución; con su coalición, EB-Aralar han conseguido ocultar su debacle; y la izquierda abertzale ha pasado la prueba con sobresaliente. En su opinión, la política de acoso está dando al PP buenos resultados, lo que obligará a Zapatero a optar, si no quiere arriesgarse a perder en las elecciones generales del próximo año.

No ha habido vuelco electoral, al menos si por dar un vuelco entendemos el batacazo de unos y el éxito arrollador de otros. Sin embargo, los resultados de este pasado domingo han sido lo suficientemente importantes como para apuntar nuevas tendencias políticas en el sur de Euskal Herria.

En lo institucional, por territorios, es Nafarroa el lugar donde las matemáticas dan para los cambios más espectaculares. El éxito indiscutible de Nafarroa Bai y la pérdida de las mayorías absolutas que UPN tenía en el Parlamento navarro y en el Ayuntamiento de Iruñea, no han venido acompañadas por unos resultados del PSN lo suficientemente buenos como para facilitar los acuerdos políticos futuros, puesto que, en ambas instituciones, necesitan el concurso de terceros para gobernar.

La repetición de la fórmula tripartita que ya ensayara Otano está ahora plagada de dificultades políticas de materialización, aunque parezca la única posible. Si NaBai, PSN e IU no llegaran a un acuerdo de gobierno en esta ocasión, la expectativa de cambio avalada por las urnas quedaría frustrada, con consecuencias a medio plazo fatales para el asentamiento de la coalición integrada por PNV, EA, Aralar y Batzarre. Además, el PSN también quedaría condenado a ser eterna oposición en el reino inexpugnable de UPN.

La cuestión es que el acuerdo político debe incluir necesariamente gobierno y Ayuntamiento, puesto que de otra manera, a medio plazo, la viabilidad de NaBai quedaría hipotecada al tener que sostener un gobierno fuera cual fuere la política de Puras. Sin embargo, el problema es que para remover a Barcina del sillón necesitan del concurso de ANV y eso en Madrid no lo van a entender.

De esta manera todos tienen la pelota en su propio tejado: NaBai necesita hacerse con la Alcaldía de Iruña para hacerse valer en el Gobierno de Nafarroa, el PSN necesita lograr el gobierno sin levantar las iras de Madrid y ANV se verá interpelado continuamente para que preste su apoyo a cambio de nada.

En Gipuzkoa la situación será menos complicada, porque los números dan para ensayar el cuatripartito de Egibar en las Juntas Generales, y en los ayuntamientos tendrán que dejar el acceso a la alcaldía a la lista más votada (siempre salvo excepciones), so riesgo de provocar situaciones caóticas y contradictorias.

En Bizkaia y en Bilbao, el PNV tendrá que gobernar sin mayoría o ensayar también la fórmula cuatripartita, muy a pesar de las apetencias de Josu Jon Imaz, porque no parece probable que el PSE acceda a un acuerdo limitado a Bizkaia para bien del PNV.

Finalmente, en Araba parece que el alcance del cambio va a ser menor de lo esperado, debido fundamentalmente a los limitados resultados del PNV. Lo más probable es que PP y PSOE se repartan en minoría la Diputación de Araba y la alcaldía de Gasteiz, respectivamente, a través de un pacto de no agresión.

En definitiva, los resultados que han arrojado las elecciones del pasado domingo no dejan lugar a acuerdos institucionales de carácter transversal. Más bien, dejan un escenario desigual, en transición y poco proclive para impulsar grandes cambios, salvo en los casos de Nafarroa e Iruñea, donde los acuerdos tienen de por sí suficiente alcance como para ir más allá de la gestión.

En lo político, los resultados de las elecciones del 27 de mayo muestran los siguientes vectores:

En primer lugar, ha ganado el proceso de solución política al conflicto vasco. La sociedad vasca ha escuchado con nitidez las llamadas a salvar este proceso y ha premiado a la izquierda abertzale y al PSOE, las dos opciones que han tenido un mayor protagonismo dentro del mismo. Aunque no tengan nada que ver el compromiso con el proceso de unos y otros, la realidad es que la ciudadanía no quiere tirar la toalla e insta a seguir buscando el acuerdo que ponga fin a tantos años de conflicto. Por ello no es casualidad que ambos sean, junto a NaBai, los únicos que crezcan en votos y número de concejales, aunque en el caso navarro, hay que interpretar que la apuesta por el proceso tiene el previo de desbancar a UPN del poder, o al menos así lo han entendido las miles de personas que han apoyado a NaBai, incluso aunque ello haya supuesto mermar la expectativa electoral de ANV.

En segundo lugar, merece la pena prestar atención especial a la particular evolución del voto del PNV, que se ha visto perjudicado principalmente por tres factores: la ruptura de la colaboración con EA, los enfrentamientos internos y el desmarque del proceso de solución política.

Muy lejos quedan ya los resultados obtenidos por Juan José Ibarretxe cuando se postulaba como alternativa «entre el españolismo del PP y el maximalismo de la izquierda abertzale». En esta ocasión, y para mal de los jelkides, Imaz ha errado al desvincularse demasiado pronto de la solución, proponiendo como alternativas «encandilar a los españoles» o abrir las puertas al acuerdo político con quien hoy en día es la derecha más reaccionaria de Europa. Contra pronóstico, la concurrencia en solitario de EA le ha perjudicado más al PNV que a la propia EA, y para colmo, la trifulca interna de los jelkides le ha pasado factura en los tres territorios y no sólo en Araba y Gipuzkoa, como Urkullu preveía y ahora maliciosamente trata de vender. Para el PNV, los resultados de estas elecciones abren un periodo de indefinición sobre su apuesta política, que deberá solventar antes de las próximas elecciones autonómicas. Las elecciones municipales han puesto sobre la mesa que la coexistencia de estrategias tan contradictorias como las de Imaz y Egibar es una quimera.

En tercer lugar, la coalición que han conformado de cara a estas elecciones Aralar y EB ha servido para ocultar la debacle de unos y otros. Mantienen su representación a duras penas gracias a la ley de Hont, pero se les augura un futuro incierto como socios de viaje.

Respecto a la izquierda abertzale, ha pasado la reválida de la ilegalización con sobresaliente. Sus buenos resultados echan por tierra el dicho de que «segundas veces nunca fueron buenas», y sale airosa de la perversa encerrona en la que le había metido el Gobierno de Zapatero. De esta manera, se refuerza no sólo como alternativa política e institucional, sino también como interlocutora ante el Estado.

Pero las luces que estas elecciones han arrojado sobre la solución política en el ámbito geográfico vasco se tornan en sombras si miramos a lo sucedido en la piel de toro: el PSOE obtiene en el ámbito estatal sus peores resultados desde el año 2000 y desde la era Zapatero. La política de acoso que ha mantenido el PP le está dando tan buenos resultados en los lugares donde éste ya tiene la hegemonía política, que es capaz de contrarrestar los esfuerzos del PSOE allá donde gestiona.

Así las cosas, las elecciones generales que se celebrarán en el Estado español el año que viene se presentan tan llenas de incertidumbres para Rodríguez Zapatero que no le va a quedar más remedio que optar. Y las opciones no son más que dos: o tratar de quitarle razones al PP a base de afrontar el conflicto vasco como éste lo haría, o por el contrario, arriesgar para lograr un acuerdo previo a las elecciones generales de la próxima primavera.

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