El conflicto que vive Sri Lanka, agravado en los últimos meses tras el fracaso de las conversaciones de paz mantenidas por ambas partes en octubre en Ginebra, se cobró ayer nuevas víctimas, ya que al menos siete civiles murieron y otros 33 más resultaron heridos -entre ellos cuatro miembros de las fuerzas especiales de la Policía- como consecuencia de la explosión de una bomba cerca de Colombo.

Fuentes militares y del Gobierno de Colombo atribuyeron el ataque, que tuvo lugar al paso de un camión militar, a los Tigres para la Liberación de la Patria Tamil (LTTE), organización guerrillera que lucha por la creación de un Estado independiente (el «Tamil Ealam») en las áreas norte y este de Sri Lanka, donde la etnia tamil, de religión hindú, es mayoritaria frente a la ceilanesa que domina el resto de la isla.

Sin embargo, el portavoz del LTTE, Rasiah Ilanthirayan, desmintió en declaraciones a AP que su grupo fuera responsable del ataque. «Sólo tengo que decir que no tenemos nada que ver con el ataque», subrayó.

El domingo murieron otros tres civiles y tres guerrilleros tamiles en dos acciones diferentes ocurridas al este de la isla. Los primeros fallecieron al pisar el vehículo en el que viajaban una mina colocada en la carretera, que el Ministerio de Defensa no dudó tampoco en atribuir al LTTE. Los tres guerrilleros de esta organización, entre los que, según Defensa, se encontraba el jefe de inteligencia tamil del distrito de Tricomalee, fallecieron en Batticaloa durante un enfrentamiento con el Ejército.

Las autoridades militares aseguran que en los últimos cuatro meses los choques armados han acabado con la vida de 541 miembros del LTTE y al menos 44 soldados, cifras no confirmadas por la guerrilla.