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Sinn Féin necesita replantear su estrategia tras la decepción

La complacencia ante encuestas electorales y el incremento en la participación, que favoreció a los partidos mayoritarios, son una lección para Sinn Féin.

Soledad GALIANA Corresponsal en Dublín

El voto por la estabilidad económica por encima de la crisis de los servicios públicos y la corrupción favorece al socio mayoritario de Gobierno, Fianna Fail, que intentará reeditar coalición con los Demócratas Progresistas con el apoyo de los diputados independientes.

Los votos desmintieron los resultados de las encuestas de opinión. No es la primera vez que ocurre, pero en Irlanda los resultados de las elecciones han sido tan dispares con respecto a los anunciados por las encuestas que han sorprendido a los propios políticos. La única encuesta que respondió a la realidad fue la realizada a pie de urna, cuyos resultados no salieron a la luz pública hasta la mañana siguiente de la votación, que tuvo lugar el pasado día 24. Para entonces, ya se veía que el incremento en el índice de participación, que se produjo mayormente en áreas de clase media, favorecía a los partidos mayoritarios, esto es ,Fianna Fail y Fine Gael para perjuicio de los partidos minoritarios.

El principal castigado fue el socio minoritario en la coalición de Gobierno. Los Demócratas Progresistas han perdido seis de sus ocho escaños, incluido el del líder del partido y ministro de Justicia, Michael McDowell, cuya reacción inmediata fue anunciar su abandono de la política.

También ha mermado el número de independientes, que se ha quedado en cinco diputados de los once que formaron parte de la anterior legislatura. El resto de los partidos, más o menos han mantenido su número de diputados, pero del esperado crecimiento de Sinn Féin y los Verdes, nada de nada.

Incluso en la última encuesta de opinión, publicada tres días antes de las elecciones, todo apuntaba a que los republicanos doblarían su número de representantes en el Parlamento de Dublín, y que ello conllevaría a que el apoyo de Sinn Féin a uno u otro partido determinase la formación de gobierno.

Pero el día 25, los indicadores apuntaban en otra dirección. A pesar del aumento en número de votos para el partido, de un 6,2% a un 6,7 %, este era claramente insuficiente para que lograra su objetivo de cinco escaños. Y lo que se inició con una desilusión continuó como una pesadilla. La peor noticia: La pérdida del escaño de Séan Crowe en la macrobarriada de Tallagh, en el sur-oeste de Dublín. Con la excepción de Martin Ferris en Kerry y Caoimhghin O Caolain en Cavan-Monaghan, los otros dos diputados de Sinn Féin, Arthur Morgan en Louth y Aengus O Snodaigh en Dublín, sufrieron para mantener sus escaños. Los otros candidatos que, en su momento, se habían anunciado como beneficiarios del incremento de voto de Sinn Féin se quedaron a las puertas de la elección.

Sin embargo, la mayor decepción fue el fracaso de la eurodiputada MaryLou McDonald en su pugna en el distrito centro de Dublín, donde en 2002 el candidato republicano Nicky Kehoe se quedó a menos de cincuenta votos del escaño. Esta vez, la distancia entre el deseo y la consecución fue aún mayor.

Sinn Féin es un partido que no está acostumbrado a perder. De hecho, no lo hace desde principios de los noventa, en el periodo anterior al inicio del proceso de paz. Desde 1998, el partido republicano ha sido imparable. Elección tras elección, el número de votos ha crecido, y ello se ha reflejado en su número de representantes.

Hace tres años, los analistas políticos predecían que Sinn Féin obtendría dieciséis escaños en estas elecciones. Hace unos meses, las expectativas se moderaron a diez. Hoy, Sinn Féin cuenta con tan sólo cuatro tras perder a Crowe. El partido ya se ha reunido para realizar la autopsia del incumplido sueño electoral. Claramente, hay una lección que aprender.

Sinn Féin es un partido de bases, cuyos candidatos son conocidos a nivel de barrio por su dedicación e intenso trabajo en temas sociales que afectan a las clases trabajadoras o marginales. El problema es que esas son las zonas en las que se registra la mayor abstención, y eso sin contar cuántos de sus habitantes se preocupan de registrarse para votar. Por citar un ejemplo, frente a índices de más de un 70% de participación en zonas acomodadas de Dublín, en Finglas, una de las barriadas de clase trabajadora, tan sólo un 52% del electorado acudió a votar.

A ello se podría unir una cierta complacencia. Las encuestas y los éxitos electorales hacían prever una tendencia al crecimiento. A pesar de la presencia de republicanos norirlandeses para apoyar el trabajo en zonas particulares de la República irlandesa, se podría haber hecho más para asegurar el voto republicano.

También hubo problemas con la estrategia. Mientras que los otros partidos decidieron presentar su campaña, particularmente en relación a la inversión en los sectores públicos en crisis, impuestos, etc, Sinn Féin se decantó por un debate de ideas, y quizás ello restó presencia y mordiente al carisma de su líder, Gerry Adams, cuando acudió al debate televisivo con miembros de los partidos minoritarios. Aunque realmente, de este grupo, nadie ganó en estas elecciones.

Sinn Féin necesita reencontrar su camino con los votantes como alternativa política. Su importancia no reside tanto en su presencia en Dublín como en su estrategia para la unidad de Irlanda.

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