Una exposición en la Tate Modern de Londres muestra la fascinación de Dalí por el mundo del cine
Salvador Dalí nació con el cine, y su pasión por el séptimo arte sería una constante a lo largo de su vida, como demuestra la exposición que inaugurarán mañana y permanecerá abierta hasta el 9 de septiembre.
Joaquín RÁBAGO | LONDRES
La exposición que alberga la Tate Modern documenta la relación del genio de Figueres con el cine y la influencia de este arte en su pintura a partir de su participación con Luis Buñuel en dos filmes surrealistas por excelencia: «El perro andaluz» (1928) y «La Edad de Oro» (1930).
La famosa secuencia del ojo de la heroína seccionado por u-na hoja de afeitar en «El perro andaluz» sigue siendo una de las escenas más impactantes en la historia del cinematógrafo, al igual que quedará en la memoria la mano llena de hormigas, imagen recurrente en muchas de sus obras de entonces.
Dalí sintió además casi desde el principio una fascinación por el mundo de Hollywood, gracias sobre todo a los hermanos Marx, en especial al mudo Harpo, a quien conoció en París y cuyas humoradas le parecían auténticos actos surrealistas.
En compañía de su esposa, Gala, el pintor viajó a Los Ángeles para reunirse con Harpo, quien, dispuesto a epatar al surrealista, le recibió desnudo, coronado de rosas, y rodeado de varios cientos de arpas, según contaría más tarde el propio Dalí. Éste pensó incluso hacer una película con los hermanos Marx, «La mujer surrealista», proyecto que, sin embargo, no prosperó y quedó en una serie de ideas y de imágenes que pueden verse en la exposición londinense, entre ellas la de una «cena en el desierto iluminada por jirafas ardiendo».
Gracias a su genio, pero también a sus extravagancias y a su sentido innato para la publicidad, Dalí conectó rápidamente con el mundo de Hollywood, que le fichó para que trabajase en secuencias oníricas, su gran especialidad, como la famosa de «Spellbound» («Recuerda»), en el filme de Alfred Hitchcok.
Junto a Walt Disney
Durante el rodaje de esa última película, en 1945, Dalí conoció a Walt Disney, con quien firmó un contrato para un cortometraje de animación de pocos minutos de duración que debía combinar imágenes reales y dibujos animados. El proyecto, titulado «Destino», quedó entonces truncado, pero, con el centenar largo de escenas, dibujos y pinturas conservadas, un nieto de Walt Disney, Roy Disney, y el productor Baker Bloodworth lo completaron recientemente, siguiendo las instrucciones y los esbozos del artista.
Todas esas películas se exhiben simultáneamente en distintas salas, en pantalla grande y de forma continua durante la exposición, de forma que los visitantes pueden interrumpir en cualquier momento su recorrido y sentarse a verlas.
También se exponen guiones y dibujos preparatorios tanto de las películas terminadas como de las frustradas, por ejemplo, la titulada «Babaouo» (1932), «Los Misterios surrealistas de Nueva York» o «La Carretilla de la Carne», rebosantes todos ellos de imágenes oníricas, castraciones y otras fantasías sexuales.
Algunas de las imágenes utilizadas en el cine aparecen ya en pinturas surrealistas como la temprana «Aparato y mano», de 1927. Con sus grandes espacios desérticos, sus juegos de sombras, sus singulares perspectivas y su desconcertante iluminación, muchos de sus cuadros tienen una calidad espectacular que se explica en buena parte por la influencia de la pantalla.