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El Banco Mundial seguira apoyando a los poderosos y destrozando la vida de los pueblos mas pobres

«Banco Mundial. El Golpe de Estado permanente» es un libro publicado por la editorial de «El Viejo Topo» de Eric Toussaint. Desvela los entresijos de esa institución, que apoyó a dictaduras y a golpistas y que influye en la balanza económica de los más pobres

Juanjo BASTERRA

El Banco Mundial es una institución financiera que usa su elevado poder económico para ejercer un control político a lo largo y ancho del planeta y, de paso, esquilmar la riqueza de esos lugares menos desarrollados. Sus decisiones son controvertidas porque ha apoyado a regímenes dictatoriales sin ningún escrúpulo y ha perjudicado a determinados países porque no aprobaban la ideología de sus dirigentes. Siempre ha estado y estará bajo el control y la decisión de Estados Unidos. «La agenda oculta del Consenso de Washington, que está en el origen de esa institución financiera, es una política que tiende a garantizar el mantenimiento del liderazgo de Estados Unidos a escala mundial», explican diferentes analistas internacionales.

El Banco Mundial, junto al Fondo Monetario Internacional (FMI), están considerados como las dos herramientas más importantes del neocolonialismo. Hoy, el Banco Mundial, es noticia porque su presidente, Paul Wolfowitz, se ha visto obligado a abandonar el cargo por haber favorecido a su pareja elevando su salario de manera injustificada.

La mano derecha del presidente estadounidense, George Bush, en el control del mundo económico del desarrollo ha sido sustituido por otra mano derecha, Robert Zoellick. Siempre hay manos dispuestas para atender la llamada de quien se cree el dueño del planeta. Con esa sucesión tan rápida, se ha perdido la esperanza de conseguir la desaparición de esa institución y que fuera reemplazada por «un fondo mundial de desarrollo social en el marco de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)», como reclama el Comité para la Anulación de la Deuda del Ter cer Mundo (Cadtm).

La editorial de El Viejo Topo ha publicado hace unas semanas en el Estado español el libro de Eric Toussaint «Banco Mundial. El golpe de estado permanente. La agenda oculta del Consenso de Washington». Desvela en sus poco más de trescientas páginas muchos entresijos de esa institución, que no dejan indiferente a nadie y que demuestran que ese banco no actúa para erradicar la pobreza en el mundo, sino que persigue que los países en vías de desarrollo se endeuden para lograr la sumisión a los intereses del Gobierno de Estados Unidos. Toussaint explica que «es evidente que el banco Mundial ha apoyado metódicamente unos regímenes despóticos, implantados o no por la fuerza, que han aplicado políticas antisociales y que cometieron crímenes contra la humanidad. El Banco ha demostrado una falta de respeto total a las normas constitucionales de algunos de sus países miembros».

El autor cita «la dictadura del shah de Irán, instaurada en 1953 tras el derrocamientro del primer ministro Mossadeg; la dictadura militar de Guatemala, impuesta por Estados Unidos en 1954 después de deponer al presidente democrático Jacobo Arbenz; la del Duvalier en Haití, en 1957; la del general Park Chung Hee en Corea del Sur , en 1961; la de los generales brasileños en 1964; la de Mobutu en Congo; la de Suharto en Indonesia en 1965; la de los militares en Tailandia en 1966, la de Idi Amín Dada en Uganda y la del general Hugo Bánzer en Bolivia en 1971. También incluye en el listado a Ferdinand Marcos en Filipinas en 1972, la de Agusto Pinochet en Chile, la de los generales uruguayos y la de Habyarimana en Ruanda en 1973. El apoyo también llegó a la Junta Militar argentina en 1976; al régimen de Daniel Arap Moi en Kenia en 1978; a la dictadura en Pakistán desde 1978; al golpe de Estado de Sadam Husseim en 1979 y a la dictadura militar turca en 1980». También cita a la familia Somoza en Nicaragua y a Ceaucescu, en Rumanía. «Algunas aún se mantienen, como la de la de Deby en Chad; la de Ben Alí, en Túnez; la de Musharaf en Pakistán, y muchas otras», a la vez que recuerda que también otras dictaduras europeas encontraron apoyo en esta institución con más de seis décadas a sus espaldas, como «la de Turquía; la del general Salazar en Portugal y la del general Franco en el Estado español».

Transferencia de deudas

Eric Toussaint desvela que, antes y ahora, el Banco Mundial ha concedido sistemáticamente «a las potencias coloniales y a sus colonias préstamos que permitían aumentar la explotación de los recursos naturales y de los pueblos en beneficio de las clases dirigentes de las metrópolis». De hecho, se negó a aplicar resoluciones de la ONU en el sentido de no apoyar el régimen de apartheid en Suráfica, el regimen colonial de Portugal o más recientemente la intervención en Irak. El libro revela, por otro lado, que el Banco Mundial transfirió a las antiguas colonias de Bélgica, Gran Bretaña y Estado francés las deudas contraídas por estos países entre los años 40 y 60 del siglo pasado.

Toussaint reconoce que «los tres paíes siempre han ocultado ciudadosamente este vergonzoso hecho. Porque desvela que los préstamos contraídos por esos gobiernos coloniales con el Banco Mundial con el propósito de fortalecer la explotación colonial fueron transferidos a a los nuevos países que lograron la independencia, violando la ley internacional». Esa situación provocó «deudas odiosas» en los jóvenes países independientes, mientras que otros países como Alemania «fueron recompensados económicamente». También demuestra ese libro que «en los diecisiete años de existencia, el Banco Mundial no otorgó ni un sólo prestamos para escuelas, abastecimiento de agua y tratamiento de residuos». Es más, posteriormente, en muchos países donde se intervenía para fortalecer esos servicios de redes de agua potable «se obliga a los países a privatizar el servicio de agua». Al final los recursos quedan en manos de «empresas privadas, que se benefician de la necesidad de endeudamiento de los países».

Romper ese círculo de intereses financieros y económicos es difícil, a juicio del presidente del Comité por la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo, de Bélgica, porque «muchas trasnacionales y países se están lucrando». Sostiene, no obstante, que la solución llegará por un organismo similar a un fondo mundial de desarrollo social en el marco de la ONU, porque «permitiría estar vinculado a bancos regionales de desarrollo del Sur, directamente dirigidos por los gobiernos del Sur».

En sus sesenta años de vida, el Banco Mundial ha contado con 10 presidentes. El prrimero fue Eugene Meyer, ex banquero y editor de «The Washington Post». El segundo, John J. McCloy, abogado de negocios de Wall Street y director gerenal del Manhattan Bank. El cuarto fue George D. Woods, también banquero y presidente del First Boston Corporation. Robert S. McNamara, fue el quinto. Ocupó la presidencia de Ford Motor y fue secretario de Estado de Defensa con John E. Kennedy y Lyndon Johnson. Su sucesor fue Alden W. Clausen, presidente del Bank of America. Le sucedió Barber Conable, ex miembro republicano en el Congreso. Lewis Preston asumió la presidencia en 1991, fue ejecutivo de J.P. Morgan. Tras él, llegó James Wolfensohn, banquero, y Paul Wolfowitz en 2005. Era subsecretario de Defensa.

Zoellick, que sera el decimoprimer presidente, ya represento a bush en la OMC

Robert Zoellick está llamado a ser el decimoprimer presidente del Banco Mundial que, contrariamente a lo que se puede pensar, como dice Toussaint,«no tiene como misión combatir la pobreza. En realidad, en lugar de combatirla, la reproduce». El presidente de Estados Unidos ha designado a Zoellick para ocupar el puesto del corrupto Wolfowitz, pero también tiene un historial cercano a la Administración Bush, lo que demuestra que el cambio no será tal cambio. Fue segundo de Condoleezza Rice y representó a Estados Unidos ante la Organización Mundial del Comercio. Alemania, Brasil, Estado Francés y México le apoyan, lo mismo que la OCDE, lo que indica que no se producirá un cambio de rumbo del Banco Mundial.

J. BASTERRA

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