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Raimundo Fitero

Un riñón

Con un día tan esplendorosamente primaveral uno se pone lírico bordeando la cursilería, por lo que roza siempre el refranero, aunque sea con estupor y recochineo. Podríamos decir, por ejemplo, que la audiencia cuesta un riñón. En Holanda en uno de esos realitys que tanto daño están haciendo a la sociología y a los teóricos de la comunicación de masas, una enferma terminal de cáncer debía elegir a quién donarle una vez fallecida sus riñones. Los candidatos debían hacer méritos para ser los elegidos y poder salvarse.

Coloquemos aquí un corchete mental, ¿esto es posible en la intimidad? Si yo veo que me está llamando la parca, ¿puedo decidir que se los dono, es un decir, a un familiar, un amigo, mi ídolo futbolístico en apuros? Sé que en según qué condiciones puedo donar en vida ciertas partes de mis vísceras para salvar la vida de un familiar en primer rango, ¿pero podría, es un suponer, subastar mis magníficos riñones con piedras que a lo mejor son diamantes? Cerramos el corchete.

Desde este punto de arranque, les aseguro que tengo el riñón dividido. Pero lo grave, lo que me pone a cavilar, y mucho, es que resulta que todo era un montaje, que la enferma terminal, no era nada más (y nada menos) que una actriz representando el papel. Aseguran los responsables del programa que los posibles receptores lo sabían, por lo que todo se transformó en una gran ficción que después de convertirse en un gran escándalo, juran que lo han hecho para concienciar a los telespectadores holandeses sobre la necesidad de donar órganos. Lo cierto es que en la emisión de su último capítulo lograron un éxito de audiencia.

No sé si pensar con los riñones, con las meninges o con lo que rima con riñones, pero me atasco. ¿Hasta dónde se va a llegar en la búsqueda desesperada de audiencias? Un ruego, no empleemos palabras grandilocuentes, ni busquemos excusas externas al negocio. Si todo es mentira, va a resultar que nada es verdad. ¿O es al revés? Puede que durante una semana haya aumentado el número de donantes en Holanda, pero ¿a qué precio? En otros puntos del planeta hay turismo de trasplante y tráfico de órganos. Y Richard Clayderman tocando el piano.

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