Si hace años se cantaba que la respuesta estaba en el viento, la actual crisis que se ha vivido en Ucrania está motivada por la lucha de las élites políticas de aquel país y sus respectivos aliados, por hacerse con el poder.

En pleno movimiento de concentración de carros de combate y de más tropas en la frontera con Irak, el Ejército turco bombardeó ayer objetivos kurdos al otro lado, presumiblemente utilizados como campos de retaguardia de la guerrilla del PKK. Así lo denunció la agencia local Firat. El Pentágono ya ha advertido a sus «amigos» de Ankara contra una eventual intervención más allá de sus fronteras.

El primer ministro somalí, Mohamed Ali Ghedi, salió ileso de un atentado contra su residencia, en el que murieron al menos seis personas. Un suicida embistió con un coche una barricada frente a la vivienda y lo hizo explotar. Se trata del tercer atentado que sufre Ghedi.

Los cosacos, tan orgullosos de su independencia como implacables contra los que se resistían a los planes imperiales en la Rusia zarista, están renaciendo tras decenios de persecución en tiempos de la URSS gracias a su profesión de fidelidad al nuevo zar, el presidente Putin.

Mientras Alvaro Uribe se afana en presentar su plan de excarcelación de presos de las FARC como una «apuesta por la reconciliación», el grupo guerrillero lo tilda de «farsa» que «pretende tender cortinas de humo».